
En gran medida autodidacta, el reconocido historiador, bibliófilo, melómano, cinéfilo, agudo comentarista, promotor y defensor del patrimonio cultural iberoamericano Guillermo Tovar de Teresa, fue además un erudito contemporáneo con un profundo amor por México.
Siempre cercano al proyecto cultural de Fundación Carlos Slim, impulsó el nacimiento de Museo Soumaya, y participó en el coleccionismo, curadurías, museografías, pero sobre todo en la investigación de obras virreinales, numismáticas, miniaturas, paisaje y retrato mexicanos…
Debido a la amistad entre el cronista emérito de Ciudad de México y el Ing. Carlos Slim, ante el prematuro fallecimiento de Guillermo, la familia Tovar de Teresa se acercó a Museo Soumaya para que el patrimonio cultural permaneciera reunido y en el país. En 2017 se concluyó el proceso de inventario de la colección: archivo personal, biblioteca, fototeca, pinacoteca, colección de artes aplicadas y de arte popular, el destacado fondo documental de artistas mexicanos, así como sus residencias en la tradicional colonia Roma en Ciudad de México y en el estado de Zacatecas.
La casa museo abierta al público desde el 20 de diciembre de 2018 ha mantenido el orden y carácter de antaño en tres ejes de conservación: a la memoria de Guillermo Tovar, al valor simbólico de los objetos reunidos y a los espacios y ambientes de los históricos inmuebles.
Entre los pintores novohispanos que se presentan en la casa porfiriana ubicada en la calle Valladolid 52 se encuentran Simón de Pereyns, Luis Lagarto, Baltazar Echave Rioja y Miguel Cabrera; también piezas de alfarería como las del taller poblano de los Gaspar Encinas o una mancerina que dialoga con el coco chocolatero que perteneciera al emperador Maximiliano de Habsburgo, así como cuadros de comedor de José Agustín Arrieta.
Su colección de herrajes –comprada directamente al pintor oaxaqueño Francisco Toledo– complementa la que ya resguardaba Museo Soumaya, adquirida en 1998 bajo su asesoría. Otro importante conjunto de piezas que el especialista investigó y conservó es el de arte popular que reuniera Fernando Gamboa.
Mención especial merece el fondo documental, el que de forma sistemática hizo crecer con la transcripción de fojas de los archivos General de la Nación y de Indias, bibliotecas municipales e incluso conjuntos conventuales de diferentes estados. Las investigaciones abordan gremios como los de arquitectos, ensambladores, carpinteros, plateros, batihojas, doradores, bordadores, creadores de órganos y pintores. El fondo abarca desde el siglo XVI hasta la primera mitad del XX.
Sus bibliotecas están conformadas por grandes obras de la literatura universal, y se distinguen por resguardar primeras ediciones latinoamericanas. Asimismo, su gran interés por su genealogía dio vida a otro vasto archivo: el que resguarda retratos y fotografías, invitaciones nupciales, bolos, cartas, además del entrañable diario recetario y cuaderno de notas escolares de Susana Ynocencia María de los Dolores de Teresa y Pesado.
Cada objeto es un documento que transmite fascinación y compromiso con la historia de nuestro país. Desde Fundación Carlos Slim el compromiso es la preservación integral de la colección, su estudio y difusión, así como su digitalización, que puede consultarse sin costo desde Museo Soumaya en Plaza Carso.
Siempre cercano al proyecto cultural de Fundación Carlos Slim, impulsó el nacimiento de Museo Soumaya, y participó en el coleccionismo, curadurías, museografías, pero sobre todo en la investigación de obras virreinales, numismáticas, miniaturas, paisaje y retrato mexicanos…
Debido a la amistad entre el cronista emérito de Ciudad de México y el Ing. Carlos Slim, ante el prematuro fallecimiento de Guillermo, la familia Tovar de Teresa se acercó a Museo Soumaya para que el patrimonio cultural permaneciera reunido y en el país. En 2017 se concluyó el proceso de inventario de la colección: archivo personal, biblioteca, fototeca, pinacoteca, colección de artes aplicadas y de arte popular, el destacado fondo documental de artistas mexicanos, así como sus residencias en la tradicional colonia Roma en Ciudad de México y en el estado de Zacatecas.
La casa museo abierta al público desde el 20 de diciembre de 2018 ha mantenido el orden y carácter de antaño en tres ejes de conservación: a la memoria de Guillermo Tovar, al valor simbólico de los objetos reunidos y a los espacios y ambientes de los históricos inmuebles.
Entre los pintores novohispanos que se presentan en la casa porfiriana ubicada en la calle Valladolid 52 se encuentran Simón de Pereyns, Luis Lagarto, Baltazar Echave Rioja y Miguel Cabrera; también piezas de alfarería como las del taller poblano de los Gaspar Encinas o una mancerina que dialoga con el coco chocolatero que perteneciera al emperador Maximiliano de Habsburgo, así como cuadros de comedor de José Agustín Arrieta.
Su colección de herrajes –comprada directamente al pintor oaxaqueño Francisco Toledo– complementa la que ya resguardaba Museo Soumaya, adquirida en 1998 bajo su asesoría. Otro importante conjunto de piezas que el especialista investigó y conservó es el de arte popular que reuniera Fernando Gamboa.
Mención especial merece el fondo documental, el que de forma sistemática hizo crecer con la transcripción de fojas de los archivos General de la Nación y de Indias, bibliotecas municipales e incluso conjuntos conventuales de diferentes estados. Las investigaciones abordan gremios como los de arquitectos, ensambladores, carpinteros, plateros, batihojas, doradores, bordadores, creadores de órganos y pintores. El fondo abarca desde el siglo XVI hasta la primera mitad del XX.
Sus bibliotecas están conformadas por grandes obras de la literatura universal, y se distinguen por resguardar primeras ediciones latinoamericanas. Asimismo, su gran interés por su genealogía dio vida a otro vasto archivo: el que resguarda retratos y fotografías, invitaciones nupciales, bolos, cartas, además del entrañable diario recetario y cuaderno de notas escolares de Susana Ynocencia María de los Dolores de Teresa y Pesado.
Cada objeto es un documento que transmite fascinación y compromiso con la historia de nuestro país. Desde Fundación Carlos Slim el compromiso es la preservación integral de la colección, su estudio y difusión, así como su digitalización, que puede consultarse sin costo desde Museo Soumaya en Plaza Carso.

Salvo la colección del Museo Nacional de San Carlos y algunos esfuerzos de coleccionistas particulares, difícilmente se puede estudiar y admirar en México la producción artística europea de tan distintas latitudes realizada entre los siglos XIV al XVIII en los que convergen los estilos gótico, renacentista, manierista, barroco y el tránsito al Neoclasicismo, etapas doradas de la Historia del arte en Occidente.
La obra más antigua en el acervo data de 1350 y pertenece a la mano de Niccolò di Ser Sozzo Tegliacci; de la escuela italiana, la colección cuenta con grandes intérpretes del Renacimiento florentino como el Maestro de San Miniato, Sandro Botticelli, Davide Ghirlandaio, los Di Ridolfo, Bernardino di Betto conocido como il Pinturicchio, Andrea del Sarto, Filippino Lippi y el también biógrafo Giorgio Vasari. Asimismo, magnos ejemplos de la fusión entre formas hieráticas bizantinas, preciosismo flamenco y un novedoso empleo del color están representados por pintores vénetos como Giovanni Bellini; Lorenzo Tiepolo; Jacopo Robusti, il Tintoretto; Paolo Caliari, il Veronese; Tiziano Vecellio y los Bassano. De impronta barroca, artistas como Orazio Gentileschi y su hija Artemisia, referente creativo y símbolo junto con Elisabetha Siriani, quienes han sido resignificadas por los estudios de género.
La escuela española está ampliamente representada por los pinceles manieristas y el color veneciano de Doménikos Theotokópoulos, el Greco; el realismo barroco de José de Ribera, el Españoleto; el misticismo de Francisco de Zurbarán, junto con la delicadeza de Bartolomé Esteban Murillo y Juan Carreño de Miranda.
En Flandes, entre los grandes intérpretes del «humanismo nórdico»: Joachim Patinir; Lucas Gassel; Peteer Baltens, Custodis; Martin de Vos y la dinastía de los Brueghel, cuya pintura costumbrista y alternativa naturalista ofreció una estimulante crónica de la época. También sobresalen los retratos de Anton van Dijck, Frans Hals, y la impronta del barroco por antonomasia de Peter Paul Rubens.
De Alemania, los Cranach, quienes destacaron por la sensualidad de sus figuras en escenas altamente simbólicas que renunciaban al paisaje y a la perspectiva.
La escuela francesa está presente con el marcado chiaroscuro de Trophime Bigot, las sugestivas atmósferas de Claude-Joseph Vernet y la impronta de Élisabeth Vigée-Le Brun.
Del gran estilo británico, algunos de los más celebrados maestros son Thomas Gainsborough, Joshua Reynolds y George Romney.
Los ejemplos más significativos de cada vertiente dialogan con los Antiguos Maestros virreinales en una atmósfera azul intensa que resalta los brillos de marcos en la sala tres de la sede de Plazo Carso. La articulación en núcleos temáticos permite confrontar y destacar las diferentes cualidades plásticas de aquellos creadores que marcaron el rumbo de la historia.
La obra más antigua en el acervo data de 1350 y pertenece a la mano de Niccolò di Ser Sozzo Tegliacci; de la escuela italiana, la colección cuenta con grandes intérpretes del Renacimiento florentino como el Maestro de San Miniato, Sandro Botticelli, Davide Ghirlandaio, los Di Ridolfo, Bernardino di Betto conocido como il Pinturicchio, Andrea del Sarto, Filippino Lippi y el también biógrafo Giorgio Vasari. Asimismo, magnos ejemplos de la fusión entre formas hieráticas bizantinas, preciosismo flamenco y un novedoso empleo del color están representados por pintores vénetos como Giovanni Bellini; Lorenzo Tiepolo; Jacopo Robusti, il Tintoretto; Paolo Caliari, il Veronese; Tiziano Vecellio y los Bassano. De impronta barroca, artistas como Orazio Gentileschi y su hija Artemisia, referente creativo y símbolo junto con Elisabetha Siriani, quienes han sido resignificadas por los estudios de género.
La escuela española está ampliamente representada por los pinceles manieristas y el color veneciano de Doménikos Theotokópoulos, el Greco; el realismo barroco de José de Ribera, el Españoleto; el misticismo de Francisco de Zurbarán, junto con la delicadeza de Bartolomé Esteban Murillo y Juan Carreño de Miranda.
En Flandes, entre los grandes intérpretes del «humanismo nórdico»: Joachim Patinir; Lucas Gassel; Peteer Baltens, Custodis; Martin de Vos y la dinastía de los Brueghel, cuya pintura costumbrista y alternativa naturalista ofreció una estimulante crónica de la época. También sobresalen los retratos de Anton van Dijck, Frans Hals, y la impronta del barroco por antonomasia de Peter Paul Rubens.
De Alemania, los Cranach, quienes destacaron por la sensualidad de sus figuras en escenas altamente simbólicas que renunciaban al paisaje y a la perspectiva.
La escuela francesa está presente con el marcado chiaroscuro de Trophime Bigot, las sugestivas atmósferas de Claude-Joseph Vernet y la impronta de Élisabeth Vigée-Le Brun.
Del gran estilo británico, algunos de los más celebrados maestros son Thomas Gainsborough, Joshua Reynolds y George Romney.
Los ejemplos más significativos de cada vertiente dialogan con los Antiguos Maestros virreinales en una atmósfera azul intensa que resalta los brillos de marcos en la sala tres de la sede de Plazo Carso. La articulación en núcleos temáticos permite confrontar y destacar las diferentes cualidades plásticas de aquellos creadores que marcaron el rumbo de la historia.

La nutrida colección de escultura europea de los siglos XIX y XX da cuenta del paso del Romanticismo hacia la Modernidad. Mármoles, terracotas, yesos, ceras, bronces y pasta de vidrio abrevan en temas mitológicos, históricos y literarios en franca libertad creadora. Figuras de cuerpo entero, bustos e inéditos fragmentos permiten transitar de las formas equilibradas del estilo academicista hacia una exploración de mayor expresividad.
Obras de gusto neoclásico de artistas como Louis-Ernest Barrias, Paul Dubois, Jean-Baptiste Carpeaux y Albert-Ernest Carrier-Belleuse dialogan con volúmenes de corte romántico como Amor secreto atribuible a Antonio Rosetti, así como las controvertidas e incisivas caricaturas de algunos miembros del parlamento francés: las Celebridades del justo medio de Honoré Daumier.
A partir del ecuador del siglo XIX, la consolidada burguesía optó por nuevos formatos. Si bien la estatuaria siguió en el aliento simbólico en las ciudades, la escultura en reducidos formatos permitió el análisis del movimiento, el vacío, la sombra…
A los caballos de Edgar Degas le siguieron bailarinas y bañistas que se fundieron en bronce después de su muerte. El yeso monumental de la Venus victoriosa explora los procesos creativos de Auguste Renoir.
El nuevo discurso plástico llegó con la revolución inaugurada por el padre de la escultura moderna: Auguste Rodin. La gliptoteca de Fundación Carlos Slim comenzó en 1992 con la disruptiva Máscara del hombre de la nariz rota. De manera constante se han integrado una a una, obras de todos los materiales y de todas las etapas creativas del maestro.
El acervo ha sido cuidadosamente estudiado por el investigador John L. Tancock, quien escribió: El Museo Soumaya nos permite apreciar sobre todo la fecundidad y la enorme variedad de la obra del escultor durante los más de 50 años de actividad. También se han dado cita crítica las voces plurales de François Blanchetière, Aline Magnien, Diane Tytgat, Agustín Arteaga, Cheryl Hartup, Richard Aste, John Zarobell, Soumaya Slim Domit… Recientemente, Jérôme Le Blay revisitó el fondo para completar su estudio enciclopédico, que por primera vez busca redimensionar la obra rodiniana. La amplitud, la variedad y la extensión en el tiempo de esta colección, que sigue enriqueciéndose […] son tales que se hizo imprescindible para el Comité Rodin hacer un inventario de estas obras, afirmó el especialista.
Entre quienes interpretaron el espíritu rebelde, simbólico y anticonformista del maestro, Camille Claudel, artista por derecho propio, está presente con obras emblemáticas como Las conversadoras, La ola o El vals. Por su parte, Émile-Antoine Bourdelle da cuenta de una búsqueda hacia la estilización y geometrización que formó a las nuevas generaciones de vanguardia.
Desde la sala Julián y Linda Slim de Museo Soumaya en la sede de Plaza Carso, se reúne bajo un mismo techo y en un espacio libre de columnas –reto de ingeniería–, la colección más amplia de Auguste Rodin fuera de Francia. Como si se tratara de un bosque de mármol y bronce, sin interruptores se aprecian los cuatro perfiles de las formas. La techumbre desvelada, única en permitir la entrada de los rayos solares, ofrece la oportunidad de apreciar el juego de luces y sombras en atmósferas que comprometen al espectador activo a emprender un recorrido propio, crítico y en libertad.
Obras de gusto neoclásico de artistas como Louis-Ernest Barrias, Paul Dubois, Jean-Baptiste Carpeaux y Albert-Ernest Carrier-Belleuse dialogan con volúmenes de corte romántico como Amor secreto atribuible a Antonio Rosetti, así como las controvertidas e incisivas caricaturas de algunos miembros del parlamento francés: las Celebridades del justo medio de Honoré Daumier.
A partir del ecuador del siglo XIX, la consolidada burguesía optó por nuevos formatos. Si bien la estatuaria siguió en el aliento simbólico en las ciudades, la escultura en reducidos formatos permitió el análisis del movimiento, el vacío, la sombra…
A los caballos de Edgar Degas le siguieron bailarinas y bañistas que se fundieron en bronce después de su muerte. El yeso monumental de la Venus victoriosa explora los procesos creativos de Auguste Renoir.
El nuevo discurso plástico llegó con la revolución inaugurada por el padre de la escultura moderna: Auguste Rodin. La gliptoteca de Fundación Carlos Slim comenzó en 1992 con la disruptiva Máscara del hombre de la nariz rota. De manera constante se han integrado una a una, obras de todos los materiales y de todas las etapas creativas del maestro.
El acervo ha sido cuidadosamente estudiado por el investigador John L. Tancock, quien escribió: El Museo Soumaya nos permite apreciar sobre todo la fecundidad y la enorme variedad de la obra del escultor durante los más de 50 años de actividad. También se han dado cita crítica las voces plurales de François Blanchetière, Aline Magnien, Diane Tytgat, Agustín Arteaga, Cheryl Hartup, Richard Aste, John Zarobell, Soumaya Slim Domit… Recientemente, Jérôme Le Blay revisitó el fondo para completar su estudio enciclopédico, que por primera vez busca redimensionar la obra rodiniana. La amplitud, la variedad y la extensión en el tiempo de esta colección, que sigue enriqueciéndose […] son tales que se hizo imprescindible para el Comité Rodin hacer un inventario de estas obras, afirmó el especialista.
Entre quienes interpretaron el espíritu rebelde, simbólico y anticonformista del maestro, Camille Claudel, artista por derecho propio, está presente con obras emblemáticas como Las conversadoras, La ola o El vals. Por su parte, Émile-Antoine Bourdelle da cuenta de una búsqueda hacia la estilización y geometrización que formó a las nuevas generaciones de vanguardia.
Desde la sala Julián y Linda Slim de Museo Soumaya en la sede de Plaza Carso, se reúne bajo un mismo techo y en un espacio libre de columnas –reto de ingeniería–, la colección más amplia de Auguste Rodin fuera de Francia. Como si se tratara de un bosque de mármol y bronce, sin interruptores se aprecian los cuatro perfiles de las formas. La techumbre desvelada, única en permitir la entrada de los rayos solares, ofrece la oportunidad de apreciar el juego de luces y sombras en atmósferas que comprometen al espectador activo a emprender un recorrido propio, crítico y en libertad.

Obras adquiridas una a una en prestigiadas casas de subasta, en busca de dialogar con discursos estéticos nacionales, muestran el paso a la Modernidad en el arte y han distinguido desde su creación, el coleccionismo dentro del proyecto cultural de Fundación Carlos Slim. En su mayoría han sido estudiadas por investigadores nacionales e internacionales, y han integrado exposiciones itinerantes por México y el resto de América Latina, al tiempo de ser compartidas para completar discursos museales y publicaciones en Europa, los Estados Unidos, Asia y Oceanía.
Durante el «Siglo de las Luces», el paisaje dejó de ser ambientación para convertirse en protagonista con el vedutismo representado por Giovanni Antonio Canal, il Caneletto, Michele Marieschi y con impronta romántica, los Guardi y Bison. Contra los postulados académicos, desde Reino Unido las lecciones de sir Thomas Gainsborough y Joseph Mallord William Turner influenciaron al resto de las latitudes europeas.
Personajes legendarios o de fuentes literarias clásicas se resignificaron en el dibujo preciso y el color de Jean-Auguste-Dominique Ingres. Un decidido carácter romántico se manifiesta en Eugène Delacroix. Las revoluciones patrióticas, las conquistas mercantilistas más allá de Europa y las guerras intestinas, avivaron sentimientos nacionalistas; sobrevino la obsesión por la muerte y la búsqueda de identidad en las glorias del pasado. Plenamente asumidos en el Romanticismo que prioriza el sentimiento frente a la razón, Francisco de Goya, Gustave Doré y Théodore Géricault se dan cita en los fondos de Museo Soumaya.
En el bosque de Fontainebleau nació la Escuela de Barbizon. De aquel preludio de la pintura en plein air: Théodore Rousseau, Jean-Baptiste-Camille Corot, Narcisse Diaz de la Peña, François Millet… Frente a la Revolución Industrial, el Realismo Social enalteció los ambientes bucólicos y a sus protagonistas. Pastores, campesinos, pescadores y obreros pueblan los lienzos de Léon-Augustin Lhermitte, Frithjof Smith-Hald, Jozef e Isaac Israëls, Jules Breton y su hija, Virginie Demont-Breton. En contraste, la ironía mordaz hacia los excesos de la clase política y la crítica a las desigualdades sociales estremecen en el trabajo al óleo de Honoré Daumier.
Cuatro obras tempranas de Vincent van Gogh relatadas en las cartas a su hermano Theo –únicas del artista en la región–, integran la colección mexicana. Cabaña con campesino que regresa a casa (1885) es acaso uno de los primeros óleos firmados por el maestro.
Alejado del rigor neoclasicista, Édouard Manet. Gustave Courbet se representa con bosques y marinas de intensa luminosidad y vigoroso trazo. Ambos preconizan uno de los momentos más brillantes de la historia del arte: el llamado Impresionismo que, con la pincelada de toque, construyó formas a través de la luz. Claude Monet, Edgar Degas, Camille Pissarro, Pierre-Auguste Renoir, Armand Guillaumin, Alphonse Legros… desde el Salon des Refusés o “Salón de los Rechazados”, definieron el rumbo de la plástica. La colección da cuenta de la visión de escenarios íntimos creados por mujeres artistas que, a fuerza de talento y trabajo, se abrieron paso en un mundo mayoritariamente masculino: las francesas Berthe Morisot y Eva Gonzalès, junto a la norteamericana Mary Cassatt, dialogan con la siguiente generación: Marie Laurencin, la gacela entre las bestias y los brillos que exploran la abstracción de Tamara de Lempicka.
El interés por la luz prevaleció en la pintura del valenciano Joaquín Sorolla y en el texano Julian Onderdonk, mientras que la experimentación con los efectos de la óptica derivó en el divisionismo de Maximilien Luce y Paul Signac.
Vino la generación que definió el arte del nuevo siglo: Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Cezánne y Paul Gauguin. Copiosa es la obra nabi de Édouard Vuillard y Pierre Bonnard.
Del nacimiento de las Vanguardias, la explosión de color del Fauvismo se manifiesta en el acervo de Maurice de Vlaminck, el más grande en el mundo. Completan aquel primer capítulo Georges Rouault, Raoul Dufy, Kees van Dongen y Henri Matisse. Picasso está representado en dibujo, estampa y escultura, mientras Georges Braque con su naturaleza muerta y un bronce. Del Futurismo, se distingue la obra de Marino Marini, Gulio D’Anna y del Expresionismo, la de Oskar Kokoschka, George Grosz y Emilie Nolde. Del iniciador de la pintura metafísica Giorgio de Chirico, en su reconstrucción del pasado grecolatino y sus exploraciones plásticas, el acervo se nutre de numerosos óleos, acuarelas, gouaches y bronces.
De la heterogénea Escuela de París: Amedeo Modigliani y Maurice Utrillo. Las formas oníricas de Marc Chagall abren la estela surrealista: Joan Miró, Max Ernst, Roberto Matta, René Magritte y Henry Moore. De Salvador Dalí se conservan dibujo, acuarela, arte objeto y un amplio corpus de esculturas derretidas, lúdicas, obsesivas…
Desde París, el epicentro cultural de Occidente, la Modernidad y las Vanguardias irradiaron su influencia a Nueva York, México y Latinoamérica en general.
Durante el «Siglo de las Luces», el paisaje dejó de ser ambientación para convertirse en protagonista con el vedutismo representado por Giovanni Antonio Canal, il Caneletto, Michele Marieschi y con impronta romántica, los Guardi y Bison. Contra los postulados académicos, desde Reino Unido las lecciones de sir Thomas Gainsborough y Joseph Mallord William Turner influenciaron al resto de las latitudes europeas.
Personajes legendarios o de fuentes literarias clásicas se resignificaron en el dibujo preciso y el color de Jean-Auguste-Dominique Ingres. Un decidido carácter romántico se manifiesta en Eugène Delacroix. Las revoluciones patrióticas, las conquistas mercantilistas más allá de Europa y las guerras intestinas, avivaron sentimientos nacionalistas; sobrevino la obsesión por la muerte y la búsqueda de identidad en las glorias del pasado. Plenamente asumidos en el Romanticismo que prioriza el sentimiento frente a la razón, Francisco de Goya, Gustave Doré y Théodore Géricault se dan cita en los fondos de Museo Soumaya.
En el bosque de Fontainebleau nació la Escuela de Barbizon. De aquel preludio de la pintura en plein air: Théodore Rousseau, Jean-Baptiste-Camille Corot, Narcisse Diaz de la Peña, François Millet… Frente a la Revolución Industrial, el Realismo Social enalteció los ambientes bucólicos y a sus protagonistas. Pastores, campesinos, pescadores y obreros pueblan los lienzos de Léon-Augustin Lhermitte, Frithjof Smith-Hald, Jozef e Isaac Israëls, Jules Breton y su hija, Virginie Demont-Breton. En contraste, la ironía mordaz hacia los excesos de la clase política y la crítica a las desigualdades sociales estremecen en el trabajo al óleo de Honoré Daumier.
Cuatro obras tempranas de Vincent van Gogh relatadas en las cartas a su hermano Theo –únicas del artista en la región–, integran la colección mexicana. Cabaña con campesino que regresa a casa (1885) es acaso uno de los primeros óleos firmados por el maestro.
Alejado del rigor neoclasicista, Édouard Manet. Gustave Courbet se representa con bosques y marinas de intensa luminosidad y vigoroso trazo. Ambos preconizan uno de los momentos más brillantes de la historia del arte: el llamado Impresionismo que, con la pincelada de toque, construyó formas a través de la luz. Claude Monet, Edgar Degas, Camille Pissarro, Pierre-Auguste Renoir, Armand Guillaumin, Alphonse Legros… desde el Salon des Refusés o “Salón de los Rechazados”, definieron el rumbo de la plástica. La colección da cuenta de la visión de escenarios íntimos creados por mujeres artistas que, a fuerza de talento y trabajo, se abrieron paso en un mundo mayoritariamente masculino: las francesas Berthe Morisot y Eva Gonzalès, junto a la norteamericana Mary Cassatt, dialogan con la siguiente generación: Marie Laurencin, la gacela entre las bestias y los brillos que exploran la abstracción de Tamara de Lempicka.
El interés por la luz prevaleció en la pintura del valenciano Joaquín Sorolla y en el texano Julian Onderdonk, mientras que la experimentación con los efectos de la óptica derivó en el divisionismo de Maximilien Luce y Paul Signac.
Vino la generación que definió el arte del nuevo siglo: Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Cezánne y Paul Gauguin. Copiosa es la obra nabi de Édouard Vuillard y Pierre Bonnard.
Del nacimiento de las Vanguardias, la explosión de color del Fauvismo se manifiesta en el acervo de Maurice de Vlaminck, el más grande en el mundo. Completan aquel primer capítulo Georges Rouault, Raoul Dufy, Kees van Dongen y Henri Matisse. Picasso está representado en dibujo, estampa y escultura, mientras Georges Braque con su naturaleza muerta y un bronce. Del Futurismo, se distingue la obra de Marino Marini, Gulio D’Anna y del Expresionismo, la de Oskar Kokoschka, George Grosz y Emilie Nolde. Del iniciador de la pintura metafísica Giorgio de Chirico, en su reconstrucción del pasado grecolatino y sus exploraciones plásticas, el acervo se nutre de numerosos óleos, acuarelas, gouaches y bronces.
De la heterogénea Escuela de París: Amedeo Modigliani y Maurice Utrillo. Las formas oníricas de Marc Chagall abren la estela surrealista: Joan Miró, Max Ernst, Roberto Matta, René Magritte y Henry Moore. De Salvador Dalí se conservan dibujo, acuarela, arte objeto y un amplio corpus de esculturas derretidas, lúdicas, obsesivas…
Desde París, el epicentro cultural de Occidente, la Modernidad y las Vanguardias irradiaron su influencia a Nueva York, México y Latinoamérica en general.

Uno de los sueños más amados de mi corazón, es que, en algún lugar, en algún momento, una parte de mi trabajo […] se exhiba en algún museo o en alguna institución, en una gran ciudad, en donde la gente la pueda ver y quizá amar […], escribió Gibran Kahlil Gibran en una carta fechada el 18 de febrero de 1913 a su mecenas, musa y amiga, Mary Haskell. Aquel sueño del pensador universal se cumple desde Ciudad de México en la sede de Plaza Carso de Museo Soumaya.
La colección de Gibran consiste en los manuscritos, mecanuscritos y galeras de todas las obras literarias del pensador de origen libanés, que representan el Renacimiento de las letras árabes y su correspondencia personal, tanto en árabe como en francés e inglés, en la que destaca el intercambio epistolar amoroso con la pianista Gertrude Barry. Asimismo, se conserva su acervo plástico con dibujos de herencia renacentista, ilustraciones para sus propios textos y óleos de influencia simbolista. Contiene también un archivo fotográfico con imágenes de amigos y familiares, y obras pictorialistas de Edward Steichen, George W. Harting, Frederick H. Evans y Fred Holland Day. Mención aparte merece el material inédito: obras de teatro, diversas ediciones de sus textos, su biblioteca personal, libretas de anotaciones, materiales de trabajo y objetos que permiten el acercamiento a la parte más íntima y familiar del poeta.
Al morir en 1931, Gibran legó a Marianna –única de sus hermanos que le sobrevivió– los derechos de publicación y todo lo que permanecía en su estudio de la Calle 10 en Nueva York. En conjunto con Mary Haskell, quien aportó muchas de las pinturas que su protegido y autor de El profeta le había obsequiado, Marianna configuró su memoria y donó a Becharre, la ciudad natal del autor, las obras que él dispuso en su testamento; el resto fueron conservadas en su acervo personal, que más adelante pasaría a manos de su sobrino, el escultor Kahlil Gibran.
La colección es el resultado de la perseverancia del ahijado, sobrino y tocayo del pensador, quien a la muerte de su tía en 1972, fue el único heredero de la familia. Tras encontrar una caja con los manuscritos de su padrino, junto a su esposa, Jean English Gibran, nació la determinación por seguir la huella artística del poeta y todo lo que tuviera que ver con él. Dedicaron entonces tiempo y dinero a incrementar el acervo en subastas y con particulares.
Al cumplir ochenta y cuatro años, Kahlil reconoció que le faltaría tiempo para concretar un espacio expositivo y en agosto de 2007 se acercó a Fundación Carlos Slim en busca de una institución apropiada y segura para el resguardo, investigación y difusión del material.
La investigadora Patricia Jacobs viajó a Boston, Massachusetts, para realizar el inventario del acervo y una vez en México se dedicó, con Alba Rojo y el equipo de Museo Soumaya, a su sistematización, investigación y curaduría.
Para hacer más accesible el universo teórico, literario y plástico del artista, Fundación Carlos Slim creó la página gibrankgibran.org que puede consultarse de forma gratuita en inglés, francés y español.
La colección de Gibran consiste en los manuscritos, mecanuscritos y galeras de todas las obras literarias del pensador de origen libanés, que representan el Renacimiento de las letras árabes y su correspondencia personal, tanto en árabe como en francés e inglés, en la que destaca el intercambio epistolar amoroso con la pianista Gertrude Barry. Asimismo, se conserva su acervo plástico con dibujos de herencia renacentista, ilustraciones para sus propios textos y óleos de influencia simbolista. Contiene también un archivo fotográfico con imágenes de amigos y familiares, y obras pictorialistas de Edward Steichen, George W. Harting, Frederick H. Evans y Fred Holland Day. Mención aparte merece el material inédito: obras de teatro, diversas ediciones de sus textos, su biblioteca personal, libretas de anotaciones, materiales de trabajo y objetos que permiten el acercamiento a la parte más íntima y familiar del poeta.
Al morir en 1931, Gibran legó a Marianna –única de sus hermanos que le sobrevivió– los derechos de publicación y todo lo que permanecía en su estudio de la Calle 10 en Nueva York. En conjunto con Mary Haskell, quien aportó muchas de las pinturas que su protegido y autor de El profeta le había obsequiado, Marianna configuró su memoria y donó a Becharre, la ciudad natal del autor, las obras que él dispuso en su testamento; el resto fueron conservadas en su acervo personal, que más adelante pasaría a manos de su sobrino, el escultor Kahlil Gibran.
La colección es el resultado de la perseverancia del ahijado, sobrino y tocayo del pensador, quien a la muerte de su tía en 1972, fue el único heredero de la familia. Tras encontrar una caja con los manuscritos de su padrino, junto a su esposa, Jean English Gibran, nació la determinación por seguir la huella artística del poeta y todo lo que tuviera que ver con él. Dedicaron entonces tiempo y dinero a incrementar el acervo en subastas y con particulares.
Al cumplir ochenta y cuatro años, Kahlil reconoció que le faltaría tiempo para concretar un espacio expositivo y en agosto de 2007 se acercó a Fundación Carlos Slim en busca de una institución apropiada y segura para el resguardo, investigación y difusión del material.
La investigadora Patricia Jacobs viajó a Boston, Massachusetts, para realizar el inventario del acervo y una vez en México se dedicó, con Alba Rojo y el equipo de Museo Soumaya, a su sistematización, investigación y curaduría.
Para hacer más accesible el universo teórico, literario y plástico del artista, Fundación Carlos Slim creó la página gibrankgibran.org que puede consultarse de forma gratuita en inglés, francés y español.

Uno de los acervos más importantes en volumen, estado de conservación y originalidad del Occidente mesoamericano es el que desde 2010, el Instituto Nacional de Antropología e Historia ha confiado en comodato a Fundación Carlos Slim. Gracias a la gestión y voluntad de la Mtra. Miriam Kaiser, al embajador Alfonso de Maria y Campos, a la Dra. Angélica Peregrina, así como a los estudios sistemáticos del Dr. Otto Schöndube y de los arqueólogos José Luis Rojas y Daniel Cancino, el proyecto pudo concretarse. De esta manera, es posible la conservación, estudio y difusión del fondo que reuniera a lo largo de treinta años el abogado zacatecano Fernando Juárez Frías, cuya pasión por la historia hoy constituye referencia y punto de partida y llegada para comprender la costa del Pacífico y sus enterramientos.
Si bien en un principio Museo Soumaya no contempló la exhibición de piezas arqueológicas, su estudio allende la arqueología y la historia, sin perder el rigor y desde un análisis estético, complementa la visión integral del arte de nuestro país y reafirma la vocación del espacio. Así, se exhibe parte del patrimonio nacional en Plaza Loreto y en la sala 5 de la sede en Plaza Carso, en el marco de la exposición 20 siglos de arte en México.
El acervo de 890 piezas da cuenta del Occidente mesoamericano que comprende los actuales estados de Michoacán, Jalisco, Colima y Nayarit, así como parte de Zacatecas, Guanajuato y Sinaloa. Durante mucho tiempo se consideró que aquellas culturas costeras habían tenido un desarrollo muy tardío con respecto al altiplano central.
Es un territorio tan vasto que abarca más del 40 % de Mesoamérica y su estudio no inició sino hasta bien entrado el siglo XX. A pesar del gran saqueo de la zona, hoy sabemos que sus primeros asentamientos humanos se remontan al Horizonte Cenolítico y que a lo largo de los siglos estuvieron presentes con una cultura profunda en toda la región. Desarrollaron un amplio conocimiento científico que muestra su importante estudio del cosmos, un sistema calendárico solar y ritual, y la deificación de la naturaleza presentes en la arquitectura de sus centros ceremoniales con el juego de pelota. La concepción que tuvieron de los ciclos de vida y muerte se manifiesta en un complejo sistema de enterramientos. En el aspecto social, establecieron gobiernos teocráticos, con población estratificada y una producción basada en el cultivo del maíz, frijol, chile y calabaza, a partir de la coa o palo plantador.
Destacaron por la construcción de las llamadas «tumbas de tiro» con objetos que datan más allá de 2500 antes de nuestra era y hasta 1521, momento del choque cultural con la Conquista.
El barro modelado, alisado y cocido, con decoración o bruñido con engobe, la piedra de basalto, jadeíta o cuarzo, el caracol o concha dan cuerpo a diosas madres, dignatarios, guerreros, figuras animales y maquetas que representan el micro y el macrocosmos, en diálogo con elementos arquitectónicos como referentes civilizatorios americanos.
Este fondo se complementa con obras virreinales y del México independiente que se extienden a todo el Porfiriato. A partir de la Real Expedición Anticuaria de México (1805-1809) bajo el impulso del rey Carlos IV (1748-1819), artistas viajeros novohispanos y luego nacionales, entre pintores, dibujantes, litógrafos y fotógrafos, registraron hallazgos referenciales para la construcción de la identidad nacional, bases sólidas para el estudio de la arqueología, la etnografía y la historia.
Si bien en un principio Museo Soumaya no contempló la exhibición de piezas arqueológicas, su estudio allende la arqueología y la historia, sin perder el rigor y desde un análisis estético, complementa la visión integral del arte de nuestro país y reafirma la vocación del espacio. Así, se exhibe parte del patrimonio nacional en Plaza Loreto y en la sala 5 de la sede en Plaza Carso, en el marco de la exposición 20 siglos de arte en México.
El acervo de 890 piezas da cuenta del Occidente mesoamericano que comprende los actuales estados de Michoacán, Jalisco, Colima y Nayarit, así como parte de Zacatecas, Guanajuato y Sinaloa. Durante mucho tiempo se consideró que aquellas culturas costeras habían tenido un desarrollo muy tardío con respecto al altiplano central.
Es un territorio tan vasto que abarca más del 40 % de Mesoamérica y su estudio no inició sino hasta bien entrado el siglo XX. A pesar del gran saqueo de la zona, hoy sabemos que sus primeros asentamientos humanos se remontan al Horizonte Cenolítico y que a lo largo de los siglos estuvieron presentes con una cultura profunda en toda la región. Desarrollaron un amplio conocimiento científico que muestra su importante estudio del cosmos, un sistema calendárico solar y ritual, y la deificación de la naturaleza presentes en la arquitectura de sus centros ceremoniales con el juego de pelota. La concepción que tuvieron de los ciclos de vida y muerte se manifiesta en un complejo sistema de enterramientos. En el aspecto social, establecieron gobiernos teocráticos, con población estratificada y una producción basada en el cultivo del maíz, frijol, chile y calabaza, a partir de la coa o palo plantador.
Destacaron por la construcción de las llamadas «tumbas de tiro» con objetos que datan más allá de 2500 antes de nuestra era y hasta 1521, momento del choque cultural con la Conquista.
El barro modelado, alisado y cocido, con decoración o bruñido con engobe, la piedra de basalto, jadeíta o cuarzo, el caracol o concha dan cuerpo a diosas madres, dignatarios, guerreros, figuras animales y maquetas que representan el micro y el macrocosmos, en diálogo con elementos arquitectónicos como referentes civilizatorios americanos.
Este fondo se complementa con obras virreinales y del México independiente que se extienden a todo el Porfiriato. A partir de la Real Expedición Anticuaria de México (1805-1809) bajo el impulso del rey Carlos IV (1748-1819), artistas viajeros novohispanos y luego nacionales, entre pintores, dibujantes, litógrafos y fotógrafos, registraron hallazgos referenciales para la construcción de la identidad nacional, bases sólidas para el estudio de la arqueología, la etnografía y la historia.

En 1986, ya formalizada Fundación Carlos Slim y por intercesión de Guillermo Tovar de Teresa, se adquirió la cuidada y valiosa colección de Gonzalo Obregón, a sus herederos. La incorporación de pinturas, esculturas y artes aplicadas virreinales marcó la vocación y el nacimiento de Museo Soumaya en 1994.
El acervo se enriqueció en 2003 gracias a los fondos de Daniel Liebsohn y en 2017 con los de Guillermo Tovar de Teresa. Además de mantener reunidos dichos fondos, otra tarea esencial ha sido repatriar obra de este periodo, que en algún momento salió del territorio y que posteriormente se recuperó a partir de subastas públicas. Este proyecto cultural permite regresar nuestro patrimonio para su conservación, estudio y difusión.
Los estilos artísticos alentados desde Europa encontraron tierra fértil en el Nuevo Mundo. Fuerza, carácter, colorido y sensibilidad de estas tierras reinterpretaron los modelos del Manierismo, del Barroco –sobrio y exuberante–, y la Transición al Neoclasicismo; se marcaron así las directrices de la estética en las posesiones de ultramar del Imperio español.
Son de especial interés las obras que narran los encuentros culturales que tuvieron lugar en Nueva España como el biombo Las cuatro partes del mundo de Juan Correa, que muestra un escenario en el que se miran aún con asombro Europa, África, Asia y América, así como el biombo de la Conquista, en cuyo reverso se despliega la Muy Noble y Leal Ciudad de México.
El arte virreinal da cuenta de un complejo mosaico cultural integrado por indígenas, mestizos, peninsulares y europeos quienes, junto a criollos, africanos, judíos y mozárabes convivieron en tierras americanas a partir del siglo XVI. Una historia compartida desde la génesis de una identidad nacional, que a 500 años del proceso de Conquista, aún apremia reconciliación.
Elocuentes testimonios de una era de altos contenidos simbólicos componen el acervo de los grandes artífices de los virreinatos americanos, sobre todo el del Reino de la Nueva España. La creación artística se desarrollaba entonces al amparo de gremios con una estructura de origen medieval de maestros, oficiales, discípulos y aprendices, que transmitían el conocimiento y la mística de las distintas labores: pintura, talla en madera y marfil, obsidiana, trabajo en oro, plata, cobre, hierro, arte plumario, enconchado, textil, estampa…
A partir de artistas europeos que fincaron residencia y escuela en nuestro territorio como Simón de Pereyns, Perines o Pérez, se dan cita Luis y Andrés Lagarto, Juan González y el también flamenco vecino de la Puebla de los Ángeles, Diego de Borgraf, con obras de carácter religioso que afirmaban los postulados del Concilio de Trento, en diálogo con alegorías y retratos del poder civil. De la sobriedad de José Juárez al esplendor Barroco de Juan Correa y Cristóbal de Villalpando, hasta la mesura de trazos y rostros dulces de Miguel Cabrera, Nicolás Enríquez y José de Páez en las postrimerías del siglo XVIII, ya bajo la directriz de la casa de Borbón.
Lienzos como el primer paisaje documentado en estas tierras, el Paseo de la Viga, obra de Pedro Villegas; el interior de un obraje de Carlos López y la entrada triunfal a Puebla del XLII virrey Agustín Ahumada de Villalón, segundo marqués de las Amarillas, de José Joaquín Magón, dan cuenta de la vida civil en Nueva España.
También se encuentran representados la Capitanía General de Guatemala con sus célebres tallas de figuras religiosas en madera estofada y policromada; los virreinatos del Perú y Nueva Granada (hoy, Colombia) con objetos litúrgicos, ceremoniales y artes aplicadas, y el Distrito del Potosí (actual Bolivia), con las primeras representaciones de tipos populares que incorporaron la moda y los nuevos estilos de vida.
Ante la mirada hipercontemporánea, el estudio permanente de la colección permite incidir, debatir y construir procesos de decolonización, en aras de fortalecer discursos identitarios que luego de los movimientos de independencia heredaron el imaginario de tres siglos luminosos en usos y costumbres a la era decimonónica.
El acervo se enriqueció en 2003 gracias a los fondos de Daniel Liebsohn y en 2017 con los de Guillermo Tovar de Teresa. Además de mantener reunidos dichos fondos, otra tarea esencial ha sido repatriar obra de este periodo, que en algún momento salió del territorio y que posteriormente se recuperó a partir de subastas públicas. Este proyecto cultural permite regresar nuestro patrimonio para su conservación, estudio y difusión.
Los estilos artísticos alentados desde Europa encontraron tierra fértil en el Nuevo Mundo. Fuerza, carácter, colorido y sensibilidad de estas tierras reinterpretaron los modelos del Manierismo, del Barroco –sobrio y exuberante–, y la Transición al Neoclasicismo; se marcaron así las directrices de la estética en las posesiones de ultramar del Imperio español.
Son de especial interés las obras que narran los encuentros culturales que tuvieron lugar en Nueva España como el biombo Las cuatro partes del mundo de Juan Correa, que muestra un escenario en el que se miran aún con asombro Europa, África, Asia y América, así como el biombo de la Conquista, en cuyo reverso se despliega la Muy Noble y Leal Ciudad de México.
El arte virreinal da cuenta de un complejo mosaico cultural integrado por indígenas, mestizos, peninsulares y europeos quienes, junto a criollos, africanos, judíos y mozárabes convivieron en tierras americanas a partir del siglo XVI. Una historia compartida desde la génesis de una identidad nacional, que a 500 años del proceso de Conquista, aún apremia reconciliación.
Elocuentes testimonios de una era de altos contenidos simbólicos componen el acervo de los grandes artífices de los virreinatos americanos, sobre todo el del Reino de la Nueva España. La creación artística se desarrollaba entonces al amparo de gremios con una estructura de origen medieval de maestros, oficiales, discípulos y aprendices, que transmitían el conocimiento y la mística de las distintas labores: pintura, talla en madera y marfil, obsidiana, trabajo en oro, plata, cobre, hierro, arte plumario, enconchado, textil, estampa…
A partir de artistas europeos que fincaron residencia y escuela en nuestro territorio como Simón de Pereyns, Perines o Pérez, se dan cita Luis y Andrés Lagarto, Juan González y el también flamenco vecino de la Puebla de los Ángeles, Diego de Borgraf, con obras de carácter religioso que afirmaban los postulados del Concilio de Trento, en diálogo con alegorías y retratos del poder civil. De la sobriedad de José Juárez al esplendor Barroco de Juan Correa y Cristóbal de Villalpando, hasta la mesura de trazos y rostros dulces de Miguel Cabrera, Nicolás Enríquez y José de Páez en las postrimerías del siglo XVIII, ya bajo la directriz de la casa de Borbón.
Lienzos como el primer paisaje documentado en estas tierras, el Paseo de la Viga, obra de Pedro Villegas; el interior de un obraje de Carlos López y la entrada triunfal a Puebla del XLII virrey Agustín Ahumada de Villalón, segundo marqués de las Amarillas, de José Joaquín Magón, dan cuenta de la vida civil en Nueva España.
También se encuentran representados la Capitanía General de Guatemala con sus célebres tallas de figuras religiosas en madera estofada y policromada; los virreinatos del Perú y Nueva Granada (hoy, Colombia) con objetos litúrgicos, ceremoniales y artes aplicadas, y el Distrito del Potosí (actual Bolivia), con las primeras representaciones de tipos populares que incorporaron la moda y los nuevos estilos de vida.
Ante la mirada hipercontemporánea, el estudio permanente de la colección permite incidir, debatir y construir procesos de decolonización, en aras de fortalecer discursos identitarios que luego de los movimientos de independencia heredaron el imaginario de tres siglos luminosos en usos y costumbres a la era decimonónica.

El 27 de septiembre de 1821, hace 200 años, se reconfiguró el orden. Tras la firma del Acta de Independencia y el origen del Primer Imperio Mexicano, el mundo volteó de lleno la mirada hacia nuestro país y su construcción; ya emancipada despertó el interés de artistas y exploradores extranjeros quienes, entre 1823 y 1860, lo reconocieron y manifestaron su grandilocuencia por medio de obras literarias y visuales. La nutrida colección de Paisaje del México independiente en Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim da cuenta de la diversidad de vistas rurales y urbanas, así como de tipos populares que artistas viajeros y pintores representaron en sus lienzos bajo una impronta romántica. Adquiridas una a una y en su mayoría repatriadas con el fin de emprender estudios formales para su exhibición, integraron un compendio de los autores más importantes como Jean-Baptiste-Louis, segundo barón Gros, Daniel Thomas Egerton, Johan Moritz Rugendas, Auguste Löhr y Conrad Wise Chapman… quienes representaron las cumbres del Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, el Pico de Orizaba, el Nevado de Toluca y Zacatecas. Asimismo, lugares emblemáticos como el Camino Tierra Adentro o el Valle de México y Chapultepec. Muchos de estos pintores organizaron o integraron expediciones científicas que dan cuenta del pasado mesoamericano; sus imágenes resultan un capítulo fundamental para la arqueología y etnografía nacional.
Dentro de este fondo destacan también las escenas militares que artistas como Carl Nebel o Paul-Léon Jazet realizaron de las intervenciones norteamericana (1846-1848) y francesa (1864-1867). Por su parte, Édouard Pingret y Eugenio Landesio tuvieron residencia como catedráticos de la Academia de San Carlos; entre los discípulos de la primera clase de paisaje en el continente americano se encuentran Salvador Murillo, Luis Coto y Maldonado y José María Velasco, quienes desarrollaron gran habilidad para la representación de entornos naturales y costumbristas.
A mediados del siglo XIX los valores de los modelos de nación –republicanos y conservadores– se vieron reflejados en los pinceles del catalán Pelegrín Clavé y Felipe Santiago Gutiérrez, quienes con influjo neoclásico cambiaron el rumbo del retrato en la sociedad mexicana. De las escuelas regionales destacan José Agustín Arrieta, José Escudero y Espronceda, Sacramento Espinosa y José María Estrada. Mención especial merece el pintor de pueblo Hermenegildo Bustos, quien de manera realista y con una profunda mirada psicológica, retrató a los vecinos de Purísima del Rincón, Guanajuato. El acervo de Museo Soumaya cuenta con 8 óleos estudiados por la crítica de arte Raquel Tibol. La colección también presenta pinceles anónimos que siguen la línea estilística de Clavé; ejemplo de ello es Rosita Alamán. Copiosos son los retratos de familia entre los que sobresalen los Gutiérrez, los Jáuregui y los Antuñano. Asimismo, destaca un extenso compendio de Muerte Niña.
La colección de retrato se complementa con los fondos de miniaturas de Daniel Liebsohn realizadas por María de Jesús Ponce de Ybarrán, Antonio Tomasich y Haro, Francisca Salazar y Francisco Cabrera, entre otros. A decir de Carlos Monsiváis, el universo en una nuez, pintadas al gouache sobre láminas de marfil, retratan a militares, rostros de damas, caballeros, niños y familias; algunas de estas imágenes fueron en ocasiones resguardadas en un estuche finamente decorado, que en un principio fue utilizado para proteger daguerrotipos y ambrotipos, o en medallones que conservaban al ser amado cerca del corazón como uno de los lugares favoritos de lo íntimo.
Todas estas expresiones artísticas, en conjunto con los archivos y bibliotecas de Guillermo Tovar de Teresa y del Centro de Estudios de Historia de México, forman parte de la colección de siglo XIX y dan cuenta del contexto que, tras la lucha armada independentista conformaba el proyecto de nación, al tiempo que definieron la identidad de los mexicanos.
Dentro de este fondo destacan también las escenas militares que artistas como Carl Nebel o Paul-Léon Jazet realizaron de las intervenciones norteamericana (1846-1848) y francesa (1864-1867). Por su parte, Édouard Pingret y Eugenio Landesio tuvieron residencia como catedráticos de la Academia de San Carlos; entre los discípulos de la primera clase de paisaje en el continente americano se encuentran Salvador Murillo, Luis Coto y Maldonado y José María Velasco, quienes desarrollaron gran habilidad para la representación de entornos naturales y costumbristas.
A mediados del siglo XIX los valores de los modelos de nación –republicanos y conservadores– se vieron reflejados en los pinceles del catalán Pelegrín Clavé y Felipe Santiago Gutiérrez, quienes con influjo neoclásico cambiaron el rumbo del retrato en la sociedad mexicana. De las escuelas regionales destacan José Agustín Arrieta, José Escudero y Espronceda, Sacramento Espinosa y José María Estrada. Mención especial merece el pintor de pueblo Hermenegildo Bustos, quien de manera realista y con una profunda mirada psicológica, retrató a los vecinos de Purísima del Rincón, Guanajuato. El acervo de Museo Soumaya cuenta con 8 óleos estudiados por la crítica de arte Raquel Tibol. La colección también presenta pinceles anónimos que siguen la línea estilística de Clavé; ejemplo de ello es Rosita Alamán. Copiosos son los retratos de familia entre los que sobresalen los Gutiérrez, los Jáuregui y los Antuñano. Asimismo, destaca un extenso compendio de Muerte Niña.
La colección de retrato se complementa con los fondos de miniaturas de Daniel Liebsohn realizadas por María de Jesús Ponce de Ybarrán, Antonio Tomasich y Haro, Francisca Salazar y Francisco Cabrera, entre otros. A decir de Carlos Monsiváis, el universo en una nuez, pintadas al gouache sobre láminas de marfil, retratan a militares, rostros de damas, caballeros, niños y familias; algunas de estas imágenes fueron en ocasiones resguardadas en un estuche finamente decorado, que en un principio fue utilizado para proteger daguerrotipos y ambrotipos, o en medallones que conservaban al ser amado cerca del corazón como uno de los lugares favoritos de lo íntimo.
Todas estas expresiones artísticas, en conjunto con los archivos y bibliotecas de Guillermo Tovar de Teresa y del Centro de Estudios de Historia de México, forman parte de la colección de siglo XIX y dan cuenta del contexto que, tras la lucha armada independentista conformaba el proyecto de nación, al tiempo que definieron la identidad de los mexicanos.

Parte nodal de la vocación de Fundación Carlos Slim ha sido repatriar obra mexicana, cuyo retorno permite la investigación y el disfrute por todos los públicos. Periodo de definición nacional, la colección da cuenta de las diversas exploraciones estéticas que se llevaron a cabo en nuestro territorio durante el siglo pasado y las que ocurrieron, allende las fronteras, en América Latina.
El paisaje como género desvela las raíces de la tierra mexicana. Campos, ríos, montañas y volcanes en los pinceles de José María Velasco sentaron las bases para una tradición de largo aliento. Le siguen las modernas pinceladas impresionistas de Joaquín Clausell y Francisco Romano Guillemín, para culminar con las vistas aéreas realizadas a bordo de un helicóptero por Gerardo Murillo, Dr. Atl.
Desde París y Nueva York los movimientos artísticos de avanzada dieron paso a la primera Vanguardia latinoamericana: el Muralismo, en la llamada Escuela Mexicana de Pintura. Del proyecto vasconcelista para plasmar la Revolución, Museo Soumaya conserva obras de caballete –algunas de las cuales sirvieron como estudio para proyectos murales– que se abrieron a la denuncia social o a la exaltación de nuestras raíces mesoamericanas. En trazos vigorosos de experimentación plástica se aprecian dibujos, acuarelas y pasteles en pequeño formato del Diego Rivera ilustrador y sus calcas para el mural Pesadilla de Guerra, sueño de paz. De José Clemente Orozco se resguardan óleos tanto mexicanos como de su estancia en los Estados Unidos.
Sin duda, de los tres grandes, David Alfaro Siqueiros es el mejor representado dentro del acervo. Destaca la diversidad de técnicas y materiales en sus obras tempranas —ejercicios plásticos del Taller Experimental neoyorquino que sentó las bases del Postpictorialismo abstracto—. En su obra posterior se distingue el carácter incendiario y la sed de justicia social del soldado-artista que lo llevaron al encierro en el Palacio Negro de Lecumberri. Desde la Tallera, la colección resguarda sus piezas para el ambicioso proyecto La marcha de la humanidad en América Latina hacia el Cosmos. Miseria y Ciencia. Este fondo dialoga con cuatro murales en generoso comodato: el mosaico de doble vista Río Juchitán, última obra de Diego Rivera, realizada entre 1953 y 1956; de Alfaro Siqueiros, La tierra como el agua, la industria nos pertenece (1959) junto con Zapata (1966), y Paisaje (1964) de Dr. Atl, quien lo realizó en Cuernavaca a los 88 años y ya sin la pierna derecha.
De la siguiente generación se dan cita Alfredo Ramos Martínez, Roberto Montenegro, Raúl Anguiano y Jorge González Camarena con obras que enaltecen los rasgos de nuestra mexicanidad. Mención especial merece la colección de autorretratos mexicanos del ingeniero y mecenas Marte R. Gómez, obsequio de los artistas en 1946, en ocasión de su quincuagésimo cumpleaños. Adquiridos directamente a su familia en 2003, 38 de los 40 dibujos integran el acervo.
Desde su fundación en 1994, Museo Soumaya recibe a sus visitantes con sendos murales de Rufino Tamayo: Naturaleza muerta y El día y la noche, pintados en 1954 para la farmacia y el restaurante de la tienda Sanborns que se encontraba en la esquina que forman José María Lafragua y el Paseo de la Reforma.
Del siguiente periodo artístico se conserva obra de Juan Soriano, Pedro Coronel, Francisco Toledo y otros exponentes de la llamada Ruptura, como se conoce al grupo que abandonó los temas nacionalistas y, más allá de la cortina del nopal, trazó una búsqueda hacia la abstracción. Marysole Wörner Baz donó a Fundación Carlos Slim en 2014 su colección de más de 900 piezas, entre las que destacan sus obras pictóricas, gráficas y sus esculturas móviles.
En un juego de espejos, también se encuentran representadas las vanguardias latinoamericanas con los coloridos óleos del argentino Benito Quinquela Martín y el brasileño Emiliano di Cavalcanti. Se aprecia además al chileno Matta y no podía faltar el turgente ingenio del colombiano Fernando Botero.
El fondo se completó con la donación del archivo personal de la crítica de arte Raquel Tibol en 2015. Desde el aspecto teórico, los valiosos documentos de la investigadora enriquecen la lectura de las colecciones y de los procesos histórico-estéticos de México y América Latina.
El paisaje como género desvela las raíces de la tierra mexicana. Campos, ríos, montañas y volcanes en los pinceles de José María Velasco sentaron las bases para una tradición de largo aliento. Le siguen las modernas pinceladas impresionistas de Joaquín Clausell y Francisco Romano Guillemín, para culminar con las vistas aéreas realizadas a bordo de un helicóptero por Gerardo Murillo, Dr. Atl.
Desde París y Nueva York los movimientos artísticos de avanzada dieron paso a la primera Vanguardia latinoamericana: el Muralismo, en la llamada Escuela Mexicana de Pintura. Del proyecto vasconcelista para plasmar la Revolución, Museo Soumaya conserva obras de caballete –algunas de las cuales sirvieron como estudio para proyectos murales– que se abrieron a la denuncia social o a la exaltación de nuestras raíces mesoamericanas. En trazos vigorosos de experimentación plástica se aprecian dibujos, acuarelas y pasteles en pequeño formato del Diego Rivera ilustrador y sus calcas para el mural Pesadilla de Guerra, sueño de paz. De José Clemente Orozco se resguardan óleos tanto mexicanos como de su estancia en los Estados Unidos.
Sin duda, de los tres grandes, David Alfaro Siqueiros es el mejor representado dentro del acervo. Destaca la diversidad de técnicas y materiales en sus obras tempranas —ejercicios plásticos del Taller Experimental neoyorquino que sentó las bases del Postpictorialismo abstracto—. En su obra posterior se distingue el carácter incendiario y la sed de justicia social del soldado-artista que lo llevaron al encierro en el Palacio Negro de Lecumberri. Desde la Tallera, la colección resguarda sus piezas para el ambicioso proyecto La marcha de la humanidad en América Latina hacia el Cosmos. Miseria y Ciencia. Este fondo dialoga con cuatro murales en generoso comodato: el mosaico de doble vista Río Juchitán, última obra de Diego Rivera, realizada entre 1953 y 1956; de Alfaro Siqueiros, La tierra como el agua, la industria nos pertenece (1959) junto con Zapata (1966), y Paisaje (1964) de Dr. Atl, quien lo realizó en Cuernavaca a los 88 años y ya sin la pierna derecha.
De la siguiente generación se dan cita Alfredo Ramos Martínez, Roberto Montenegro, Raúl Anguiano y Jorge González Camarena con obras que enaltecen los rasgos de nuestra mexicanidad. Mención especial merece la colección de autorretratos mexicanos del ingeniero y mecenas Marte R. Gómez, obsequio de los artistas en 1946, en ocasión de su quincuagésimo cumpleaños. Adquiridos directamente a su familia en 2003, 38 de los 40 dibujos integran el acervo.
Desde su fundación en 1994, Museo Soumaya recibe a sus visitantes con sendos murales de Rufino Tamayo: Naturaleza muerta y El día y la noche, pintados en 1954 para la farmacia y el restaurante de la tienda Sanborns que se encontraba en la esquina que forman José María Lafragua y el Paseo de la Reforma.
Del siguiente periodo artístico se conserva obra de Juan Soriano, Pedro Coronel, Francisco Toledo y otros exponentes de la llamada Ruptura, como se conoce al grupo que abandonó los temas nacionalistas y, más allá de la cortina del nopal, trazó una búsqueda hacia la abstracción. Marysole Wörner Baz donó a Fundación Carlos Slim en 2014 su colección de más de 900 piezas, entre las que destacan sus obras pictóricas, gráficas y sus esculturas móviles.
En un juego de espejos, también se encuentran representadas las vanguardias latinoamericanas con los coloridos óleos del argentino Benito Quinquela Martín y el brasileño Emiliano di Cavalcanti. Se aprecia además al chileno Matta y no podía faltar el turgente ingenio del colombiano Fernando Botero.
El fondo se completó con la donación del archivo personal de la crítica de arte Raquel Tibol en 2015. Desde el aspecto teórico, los valiosos documentos de la investigadora enriquecen la lectura de las colecciones y de los procesos histórico-estéticos de México y América Latina.

Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim conserva una amplia y diversa colección de estampas que abarca del siglo XV hasta el XX. Contiene ejemplos de distintos momentos en la Historia del Arte y comprende desde el Humanismo, el Barroco, el Neoclasicismo, el Romanticismo y las Vanguardias. Destacan aquellas obtenidas de planchas xilográficas, litográficas y calcográficas; en esta última se ubican además aguafuerte, aguatinta, buril y punta seca.
Entre los ejemplares más antiguos, el acervo exhibe fojas procedentes de la imprenta de Gutenberg (c 1400-1468). Asimismo Fundación Carlos Slim conserva cuatro ejemplos de los llamados «incunables americanos», los primeros libros impresos en el Nuevo Mundo. Proliferan también estampas de temática religiosa, mitológica, histórica e incluso retratos, en ocasiones iluminados, coloreados y acuarelados.
En 1710, los hermanos Jean-Baptiste y Jean-Marc Nattier publicaron una serie de dibujos y grabados que recrearon obras de Anton van Dijck y Peter Paul Rubens en el álbum titulado La galería del palacio de Luxemburgo, pintado por Rubens. Estos trabajos dan cuenta de la influencia que tuvieron los grandes artistas del Barroco en todo el orbe. Del mismo modo, sobresale un álbum realizado por el grabador Antonio Visentini, llamado Perspectiva del Gran Canal de Venecia, trabajo que fue comisionado por el cónsul inglés Joseph Smith, compuesto por 38 reproducciones de vistas de Venecia ejecutadas por il Canaletto y estampadas sobre papel de trapo a partir de un grabado al buril sobre lámina.
Mención especial merece la colección de estampas devocionales del periodo virreinal novohispano. Contiene alrededor de 250 obras que abarcan los siglos XVII, XVIII y principios del XIX. Destacan los trabajos de Joseph de Nava, Ignacio Cumplido, Baltasar Troncoso y Manuel Villavicencio.
Durante el siglo XIX, los creadores mediante la gráfica lograron un lenguaje incisivo, un medio para la crítica y la propagación de ideas liberales así como el registro científico. Destacan La lealtad y Bobalicón de la serie Disparates o Proverbios, realizada por Francisco de Goya entre 1815 y 1819, en la que el artista reflejó una mirada romántica en contraste del status quo. Con igual intención crítica, Museo Soumaya cuenta con litografías de Honoré Daumier publicadas en periódicos y revistas como La Caricature.
En la latitud americana, vistas del paisaje mexicano de artistas viajeros como Daniel Thomas Egerton y Carl Nebel son testimonio histórico de sus recorridos, su visión y registro sobre nuestro país. En contraste con estas imágenes idílicas de los viajeros, el fondo alberga obras de crítica sociopolítica, folclor y escenas costumbristas del grabador José Guadalupe Posada, cuyas imágenes dictarían el devenir de la gráfica revolucionaria y son cimiento para la Escuela Mexicana de Pintura.
El acervo de Guillermo Tovar de Teresa complementó el fondo con los manifiestos artísticos de las primeras décadas del siglo xx, que utilizaron el cartel como principal medio de difusión y protesta en contra de los anquilosados métodos de enseñanza de la Academia de San Carlos.
Otras estampas presentes en esta colección son los procesos calcográficos del billete, que consisten en imprimir mediante una lámina de metal con incisiones para contener la tinta, misma que se fijará mediante presión en el papel. También el offset de los cromos y calendarios, que aplica una tinta grasa sobre una plancha de aluminio.
Todos estos periodos y estilos se dan cita en el acervo de Museo Soumaya y dialogan permanentemente con los fondos del Centro de Estudios de Historia de México.Fundación Carlos Slim. Colecciones que testifican los procesos, calidades y cualidades de la reproductibilidad, ahí donde la gráfica tiene un espacio ganado en la estética.
Entre los ejemplares más antiguos, el acervo exhibe fojas procedentes de la imprenta de Gutenberg (c 1400-1468). Asimismo Fundación Carlos Slim conserva cuatro ejemplos de los llamados «incunables americanos», los primeros libros impresos en el Nuevo Mundo. Proliferan también estampas de temática religiosa, mitológica, histórica e incluso retratos, en ocasiones iluminados, coloreados y acuarelados.
En 1710, los hermanos Jean-Baptiste y Jean-Marc Nattier publicaron una serie de dibujos y grabados que recrearon obras de Anton van Dijck y Peter Paul Rubens en el álbum titulado La galería del palacio de Luxemburgo, pintado por Rubens. Estos trabajos dan cuenta de la influencia que tuvieron los grandes artistas del Barroco en todo el orbe. Del mismo modo, sobresale un álbum realizado por el grabador Antonio Visentini, llamado Perspectiva del Gran Canal de Venecia, trabajo que fue comisionado por el cónsul inglés Joseph Smith, compuesto por 38 reproducciones de vistas de Venecia ejecutadas por il Canaletto y estampadas sobre papel de trapo a partir de un grabado al buril sobre lámina.
Mención especial merece la colección de estampas devocionales del periodo virreinal novohispano. Contiene alrededor de 250 obras que abarcan los siglos XVII, XVIII y principios del XIX. Destacan los trabajos de Joseph de Nava, Ignacio Cumplido, Baltasar Troncoso y Manuel Villavicencio.
Durante el siglo XIX, los creadores mediante la gráfica lograron un lenguaje incisivo, un medio para la crítica y la propagación de ideas liberales así como el registro científico. Destacan La lealtad y Bobalicón de la serie Disparates o Proverbios, realizada por Francisco de Goya entre 1815 y 1819, en la que el artista reflejó una mirada romántica en contraste del status quo. Con igual intención crítica, Museo Soumaya cuenta con litografías de Honoré Daumier publicadas en periódicos y revistas como La Caricature.
En la latitud americana, vistas del paisaje mexicano de artistas viajeros como Daniel Thomas Egerton y Carl Nebel son testimonio histórico de sus recorridos, su visión y registro sobre nuestro país. En contraste con estas imágenes idílicas de los viajeros, el fondo alberga obras de crítica sociopolítica, folclor y escenas costumbristas del grabador José Guadalupe Posada, cuyas imágenes dictarían el devenir de la gráfica revolucionaria y son cimiento para la Escuela Mexicana de Pintura.
El acervo de Guillermo Tovar de Teresa complementó el fondo con los manifiestos artísticos de las primeras décadas del siglo xx, que utilizaron el cartel como principal medio de difusión y protesta en contra de los anquilosados métodos de enseñanza de la Academia de San Carlos.
Otras estampas presentes en esta colección son los procesos calcográficos del billete, que consisten en imprimir mediante una lámina de metal con incisiones para contener la tinta, misma que se fijará mediante presión en el papel. También el offset de los cromos y calendarios, que aplica una tinta grasa sobre una plancha de aluminio.
Todos estos periodos y estilos se dan cita en el acervo de Museo Soumaya y dialogan permanentemente con los fondos del Centro de Estudios de Historia de México.Fundación Carlos Slim. Colecciones que testifican los procesos, calidades y cualidades de la reproductibilidad, ahí donde la gráfica tiene un espacio ganado en la estética.

El término «numismática» deriva del latín numisma. Se refiere al estudio de monedas y medallas, al que posteriormente se incorporaron los billetes. La colección de Fundación Carlos Slim permite un recorrido por la historia de nuestro país y se ha consolidado como uno de los acervos más completos a nivel internacional. En 1992 se recuperó integralmente el fondo que perteneció al abogado don Licio Lagos Terán, quien lo seleccionó con detenimiento y dedicación a lo largo de su vida. Este acervo, entre los más importantes junto con los del Banco de México y la Casa de Moneda, es origen de interesantes lecturas sobre la historia de uno de los objetos coleccionables por excelencia.
Entre las piezas de gran valor histórico se encuentran alrededor de 200 monedas de extrema rareza entre las que sobresalen algunas del periodo virreinal, época en la que el sistema octaval fue implementado con las fracciones de 8, 4, 3, 2, 1 y ½. Al igual que en España, a los numismas de oro se les nombró «escudos» y «reales» a los de plata. Los primeros ejemplos son los reales de la primera y segunda época del gobierno de Juana de Castilla y su hijo, el emperador Carlos V. Aunque no llevan acuñadas las fechas, muestran los diferentes diseños de las columnas de Hércules con la cartela que lleva las palabras plus ultra [más allá]; investigadores advierten en la forma sinuosa una «s» sobre la columna «I», origen remoto del signo de pesos «$». También se aprecian las distintas formas de abreviar la primera casa de moneda del continente americano: «M» y «Ṁ». Del mismo modo, se observa en el anverso el escudo del imperio ibérico: armas de Castilla, León y Granada, presente hasta la consumación de la Independencia.
Ante el impulso de Felipe II de consolidar rutas comerciales se trazó el tornaviaje, que cubría el trayecto de Filipinas a Acapulco. Así, la plata de nuestra tierra circuló por casi todo el orbe e incrementó la demanda de monedas acuñadas en Nueva España, razón por la que dejaron su peculiar forma circular y se convirtieron en piezas “toscas” e irregulares tanto en grosor como en acabado, y fueron denominadas macuquinas, que certificaban el peso en plata señalado. Sus cantos irregulares muestran la costumbre de quitar una muesca para “dar cambio”. De este periodo, Museo Soumaya ha repatriado piezas con una condición extraordinaria.
Otros de los ejemplares destacados, que pusieron fin al periodo virreinal, son los «8 escudos» de Fernando VII. Durante la lucha armada de Independencia se resguardaron numismas tanto del bando realista como del insurgente: Junta de Zitácuaro, la ceca de Sombrerete, «SUD» –pertenecientes a la facción de José María Morelos y Pavón– o «VARGAS», en honor al superintendente José María Vargas Machuca.
Desde el siglo XVI hasta el ocaso del XIX se establecieron 14 cecas a lo largo del territorio. Debido a la inestabilidad en los caminos por el robo de metales, la única casa de moneda autorizada para acuñar oro fue la de Guadalajara; sus escudos son de extrema rareza y este acervo da cuenta de ellos. El Primer Imperio de Agustín de Iturbide dejó un legado numismático con dos diferentes águilas coronadas. Fue hasta 1823 cuando se estableció el diseño que, con ligeros cambios, conocemos como el anverso de tradición mexica: el águila que devora una serpiente. Ejemplares como la manita, resplandor o balanza, conforman el periodo juarista.
El fondo se completa con las piezas de numismática y falerística del académico e investigador estadounidense Don Bailey, cuya colección –especializada en el Segundo Imperio Mexicano– regresó a nuestro país en 2004, gracias a la generosa donación de Floyd Ganassi. Los grabadores de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, Sebastián Navalón, Cayetano Ocampo y Antonio Spíritu destacaron en la escena internacional por la belleza de sus diseños en los pesos de oro y plata.
Hubo varias reformas monetarias durante el Porfiriato de las que abundaron los ejemplares con los que celebraron los primeros cien años de la Independencia: los centenarios. En la Revolución Mexicana se emitieron bilimbiques y piezas de necesidad para solventar el pago de tropas. De esta forma surgieron las monedas de las diferentes facciones como el Peso de Bolita emitido en la Hacienda del Parral, lugar de operaciones de Doroteo Arango, Pancho Villa. El Muera Huerta es un espécimen único en el mundo por su declaratoria de muerte y porque podía costarle la vida a quien la portara. La Suriana fue acuñada en el campo minero zapatista y es realmente escasa.
El acervo de Museo Soumaya resguarda además el fondo de la American Bank Note Company, empresa encargada entre 1897 y 1970 de la impresión de billetes. La colección de papel moneda llegó a Fundación Carlos Slim en 2001, gracias a la asesoría de Guillermo Tovar de Teresa. Cuenta con importantes ejemplares de los establecimientos privados y oficiales. Imágenes de estudios fotográficos como el connotado Valleto y Compañía, dibujos de José Salomé Pina, así como los procesos de diseño y pruebas autorizadas por los directivos de la compañía norteamericana que emitía la impresión. Se representan los bancos: Comercial de Chihuahua, Tabasco, Durango, Guanajuato, San Luis Potosí, el Institucional e Hipotecario de México y el Nacional de México. Otro organismo que jugó un papel sustancial fue el antiguo Sacro y Real Monte de Piedad, hoy Nacional Monte de Piedad. De los billetes modernos que han permanecido en el imaginario nacional: la Gitana [5 y 20 pesos], el ojo de gringa [50 pesos], la bella tehuana [10 pesos] y el que servía para grandes transacciones: el de 10 000 pesos. El acervo de Fundación Carlos Slim muestra el trabajo de extraordinarios artífices cuyos diseños han sido y serán reconocidos en el mundo, a través de piezas que representan una parte fundamental de nuestra historia.
Entre las piezas de gran valor histórico se encuentran alrededor de 200 monedas de extrema rareza entre las que sobresalen algunas del periodo virreinal, época en la que el sistema octaval fue implementado con las fracciones de 8, 4, 3, 2, 1 y ½. Al igual que en España, a los numismas de oro se les nombró «escudos» y «reales» a los de plata. Los primeros ejemplos son los reales de la primera y segunda época del gobierno de Juana de Castilla y su hijo, el emperador Carlos V. Aunque no llevan acuñadas las fechas, muestran los diferentes diseños de las columnas de Hércules con la cartela que lleva las palabras plus ultra [más allá]; investigadores advierten en la forma sinuosa una «s» sobre la columna «I», origen remoto del signo de pesos «$». También se aprecian las distintas formas de abreviar la primera casa de moneda del continente americano: «M» y «Ṁ». Del mismo modo, se observa en el anverso el escudo del imperio ibérico: armas de Castilla, León y Granada, presente hasta la consumación de la Independencia.
Ante el impulso de Felipe II de consolidar rutas comerciales se trazó el tornaviaje, que cubría el trayecto de Filipinas a Acapulco. Así, la plata de nuestra tierra circuló por casi todo el orbe e incrementó la demanda de monedas acuñadas en Nueva España, razón por la que dejaron su peculiar forma circular y se convirtieron en piezas “toscas” e irregulares tanto en grosor como en acabado, y fueron denominadas macuquinas, que certificaban el peso en plata señalado. Sus cantos irregulares muestran la costumbre de quitar una muesca para “dar cambio”. De este periodo, Museo Soumaya ha repatriado piezas con una condición extraordinaria.
Otros de los ejemplares destacados, que pusieron fin al periodo virreinal, son los «8 escudos» de Fernando VII. Durante la lucha armada de Independencia se resguardaron numismas tanto del bando realista como del insurgente: Junta de Zitácuaro, la ceca de Sombrerete, «SUD» –pertenecientes a la facción de José María Morelos y Pavón– o «VARGAS», en honor al superintendente José María Vargas Machuca.
Desde el siglo XVI hasta el ocaso del XIX se establecieron 14 cecas a lo largo del territorio. Debido a la inestabilidad en los caminos por el robo de metales, la única casa de moneda autorizada para acuñar oro fue la de Guadalajara; sus escudos son de extrema rareza y este acervo da cuenta de ellos. El Primer Imperio de Agustín de Iturbide dejó un legado numismático con dos diferentes águilas coronadas. Fue hasta 1823 cuando se estableció el diseño que, con ligeros cambios, conocemos como el anverso de tradición mexica: el águila que devora una serpiente. Ejemplares como la manita, resplandor o balanza, conforman el periodo juarista.
El fondo se completa con las piezas de numismática y falerística del académico e investigador estadounidense Don Bailey, cuya colección –especializada en el Segundo Imperio Mexicano– regresó a nuestro país en 2004, gracias a la generosa donación de Floyd Ganassi. Los grabadores de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, Sebastián Navalón, Cayetano Ocampo y Antonio Spíritu destacaron en la escena internacional por la belleza de sus diseños en los pesos de oro y plata.
Hubo varias reformas monetarias durante el Porfiriato de las que abundaron los ejemplares con los que celebraron los primeros cien años de la Independencia: los centenarios. En la Revolución Mexicana se emitieron bilimbiques y piezas de necesidad para solventar el pago de tropas. De esta forma surgieron las monedas de las diferentes facciones como el Peso de Bolita emitido en la Hacienda del Parral, lugar de operaciones de Doroteo Arango, Pancho Villa. El Muera Huerta es un espécimen único en el mundo por su declaratoria de muerte y porque podía costarle la vida a quien la portara. La Suriana fue acuñada en el campo minero zapatista y es realmente escasa.
El acervo de Museo Soumaya resguarda además el fondo de la American Bank Note Company, empresa encargada entre 1897 y 1970 de la impresión de billetes. La colección de papel moneda llegó a Fundación Carlos Slim en 2001, gracias a la asesoría de Guillermo Tovar de Teresa. Cuenta con importantes ejemplares de los establecimientos privados y oficiales. Imágenes de estudios fotográficos como el connotado Valleto y Compañía, dibujos de José Salomé Pina, así como los procesos de diseño y pruebas autorizadas por los directivos de la compañía norteamericana que emitía la impresión. Se representan los bancos: Comercial de Chihuahua, Tabasco, Durango, Guanajuato, San Luis Potosí, el Institucional e Hipotecario de México y el Nacional de México. Otro organismo que jugó un papel sustancial fue el antiguo Sacro y Real Monte de Piedad, hoy Nacional Monte de Piedad. De los billetes modernos que han permanecido en el imaginario nacional: la Gitana [5 y 20 pesos], el ojo de gringa [50 pesos], la bella tehuana [10 pesos] y el que servía para grandes transacciones: el de 10 000 pesos. El acervo de Fundación Carlos Slim muestra el trabajo de extraordinarios artífices cuyos diseños han sido y serán reconocidos en el mundo, a través de piezas que representan una parte fundamental de nuestra historia.

Punto de convergencia entre las artes y el diseño, esta colección –que suma principalmente los fondos de Gonzalo Obregón, Daniel Liebsohn y Guillermo Tovar de Teresa– contempla objetos de uso cotidiano, ceremonial y suntuario en los que conviven ingeniería, belleza y funcionalidad.
Por su historia y situación geográfica, el Virreinato de Nueva España fue un punto de encuentro para distintas tradiciones, temáticas, materiales y técnicas de factura. Tibores de cerámica, biombos, tallas en marfil, cajas y muebles taraceados de Medio Oriente y Asia llegaron al puerto de Acapulco a bordo del célebre Galeón de Manila y fueron reimaginados por manos indígenas, criollas, negras y mestizas. Las casas novohispanas y más adelante las del México Independiente, se revistieron de objetos de diversas latitudes y estilos.
De herencia mesoamericana, el acervo conserva piezas virreinales realizadas con técnicas y materiales originarios; tales son los casos de un espejo de obsidiana del posclásico sobre el que un artista novohispano anónimo plasmó el pasaje evangélico Oración en el Huerto de Getsemaní; una pila de agua y patena creadas a partir de piedra tecali –alabastro de origen poblano– labrada y decorada con diseños de tradición purépecha. Destaca el trabajo de los amantecas virreinales en tableros de plumas tanto de temática religiosa como civil, legados al siglo XIX. Sobresalen la Alegoría de América del michoacano Mónico Guzmán Álvarez, las efigies de Cuauhtémoc y la Malinche, y los que representan el Escudo Nacional.
Hechos con técnicas de origen asiático, se exhiben tableros de madreperla que brindan a la obra su característica iridiscencia. Las obras de Juan González conviven con enconchados de autores aún por estudiar. Se suman cajas y muebles taraceados con incrustaciones de maderas preciosas, marfil y carey. Entre los muebles de la colección se encuentran 19 biombos, algunos realizados por célebres pintores como Juan Correa y Miguel Cabrera. Destaca el de la Conquista; los biombos para el estrado con el particular registro histórico de este tema fueron promovidos durante el gobierno del 32o virrey José Sarmiento y Valladares, Conde de Motēcuhzōma Xōcoyōtzin y de Tula, quien gobernó entre 1696 y 1701. Perteneciente a la colección de Vera da Costa Autrey, fue declarado Monumento Histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y desde 2019 forma parte de Fundación Carlos Slim.
Dentro de este corpus se encuentra el rico acervo de marcos, objetos que, aunque su propósito es llevar la mirada del espectador a la obra de arte, también fueron dignos de admiración por derecho propio debido a lo refinado de sus formas. De técnicas y materiales variados, esta colección da cuenta de los cambios de estilo, gusto y manufactura en cada periodo artístico.
El acervo de objetos litúrgicos integra: cálices, copones, portaviáticos, acetres, cruces, atriles e incensarios de plata repujada de factura novohispana. Lo complementan textiles e indumentaria religiosa: cubrecálices, hijuelas, estolas, casullas y capas pluviales finamente bordados con hilos de los más nobles metales. Del Virreinato de Nueva Granada o de Cuba se exhibe una custodia, magnífica pieza de orfebrería. Se suman las cajas de andas que se usaban para exhibir y transportar imágenes religiosas durante procesiones y fiestas patronales.
La colección también cuenta con diversos artículos devocionales para uso personal o doméstico como crucifijos, rosarios, escapularios, detentes, medallones, cilicios y relicarios. De la Capitanía General de Guatemala, célebre por sus tallas de madera estofada y policromada, se conservan esculturas votivas para capillas y altares domésticos. En línea con estos, se aprecia una serie de pesebres o escenas de la Natividad en materiales diversos como: marfil, coral, cera, madera, cerámica, plata y plata pella. Llama la atención el realizado por religiosas mexicanas a mediados del siglo XIX con piezas novohispanas, hispanofilipinas, austríacas, italianas y chinas, decorado con papel, vidrio y chaquira. También se encuentran ejemplos de pintura devocional o exvotos de carácter popular conocidos como «retablitos», en los que pinceles anónimos plasmaron, en láminas de cobre o zinc, su agradecimiento por el favor recibido. Entre ellos destacan los decimonónicos reunidos por el abogado zacatecano Fernando Juárez Frías durante más de cuatro décadas.
Mención aparte merece el acervo de 2 300 cucharas y otros implementos de cocina cuidadosamente reunidos por Ernesto Richheimer, que comprende 2 800 años de historia: desde utensilios etruscos, sahumerios mesoamericanos, una diminuta cucharilla ritual maya de jadeíta para recoger el rocío de las flores y ofrendarlo a los dioses, hasta piezas de diseño contemporáneo y dibujos de Rufino Tamayo y Miguel Covarrubias. Complementan la colección de enseres: mancerinas, cocos chocolateros, tibores, bateas y lebrillos. Entre ellos destacan los de cerámica estannífera, popularmente conocida como «talavera», en las que se distingue la decoración de encaje de bolillo de Gaspar de Encinas en la Puebla de los Ángeles. Se conservan copas, licoreras, jarras y vasos de la Real Fábrica de Cristales de la Granja de San Ildefonso en todas las etapas creativas, así como cristal mexicano y de pepita –técnica de vidrio soplado y grabado original de nuestro país–. Asimismo, se exhibe la vajilla para la entonces recién fundada Real Academia de las Nobles Artes de San Carlos de Nueva España, así como aquellas comisionadas por Porfirio Díaz para los festejos del centenario de la Independencia.
De la colección de arte popular se dan cita juguetes, títeres, muñecas y casitas del siglo XIX provenientes del fondo de Daniel Liebsohn, que se complementa con el cuidadoso acervo que formara Fernando Gamboa y rescatara Guillermo Tovar de Teresa. Asimismo, nichos, escritorios, arcones, cajas y baúles de Olinalá, Guerrero, y aquel destacadísimo ejemplo de Villalta, Oaxaca; costureros, alfileteros, bobinas, alcancías e incluso una calzonera que conjugan el ingenio y gusto novohispanos. Extensa es la selección de herrajes zacatecanos del siglo XVIII.
El acervo también cuenta con la maqueta del Palacio de Minería, obra emblemática de la arquitectura neoclásica de Manuel Tolsá y sendos dioramas de la ciudad de Celaya y de la Hacienda de San Pedro de Gogorrón en San Luis Potosí, realizados por Jacobo Ávila en médula de higuera, una técnica originaria de la isla Faial, en el archipiélago de las Azores.
La vasta compilación cuenta también con abanicos y joyería, en la que sobresalen el neceser diseñado por Nicolás Rozet y la Casa Nueve Musas, regalo de bodas para Fernando VII, el Deseado, y una pulsera que perteneció a la emperatriz Carlota de Bélgica.
Conjunción de ciencia, arte y diseño, se distinguen instrumentos de navegación y astronómicos como astrolabios, brújulas y sextantes. Se encuentran además los de precisión –lentes y relojes– y los de uso médico, como un muestrario farmacéutico alemán de homeopatía de mediados del siglo XIX.
La música también forma parte notable de la colección con un acervo de instrumentos, cajas, autómatas, organillos, gramófonos, fonógrafos y radios, entre los que destaca el bellísimo piano de Maple & Co. y Julius Blüthner, que perteneció a la princesa Naciye Sultana, nieta del último emperador otomano autónomo, Abdulhamid II.
En 2012 la donación de Laura Fernández MacGregor Maza de 477 tallas en marfil de la primera mitad del siglo XX, se sumó a las más de 400 esculturas hispanofilipinas e indoportuguesas que ya se conservaban, y que dan cuenta del intenso intercambio cultural y comercial entre Oriente y Occidente.
Estos artículos y ornamentos acompañaron a hombres y mujeres en su vida cotidiana; dan cuenta de sus alegrías y duelos. Gustos, devociones e intimidad. Son, sin duda, testigos de su historia y repositorios de la memoria.
Por su historia y situación geográfica, el Virreinato de Nueva España fue un punto de encuentro para distintas tradiciones, temáticas, materiales y técnicas de factura. Tibores de cerámica, biombos, tallas en marfil, cajas y muebles taraceados de Medio Oriente y Asia llegaron al puerto de Acapulco a bordo del célebre Galeón de Manila y fueron reimaginados por manos indígenas, criollas, negras y mestizas. Las casas novohispanas y más adelante las del México Independiente, se revistieron de objetos de diversas latitudes y estilos.
De herencia mesoamericana, el acervo conserva piezas virreinales realizadas con técnicas y materiales originarios; tales son los casos de un espejo de obsidiana del posclásico sobre el que un artista novohispano anónimo plasmó el pasaje evangélico Oración en el Huerto de Getsemaní; una pila de agua y patena creadas a partir de piedra tecali –alabastro de origen poblano– labrada y decorada con diseños de tradición purépecha. Destaca el trabajo de los amantecas virreinales en tableros de plumas tanto de temática religiosa como civil, legados al siglo XIX. Sobresalen la Alegoría de América del michoacano Mónico Guzmán Álvarez, las efigies de Cuauhtémoc y la Malinche, y los que representan el Escudo Nacional.
Hechos con técnicas de origen asiático, se exhiben tableros de madreperla que brindan a la obra su característica iridiscencia. Las obras de Juan González conviven con enconchados de autores aún por estudiar. Se suman cajas y muebles taraceados con incrustaciones de maderas preciosas, marfil y carey. Entre los muebles de la colección se encuentran 19 biombos, algunos realizados por célebres pintores como Juan Correa y Miguel Cabrera. Destaca el de la Conquista; los biombos para el estrado con el particular registro histórico de este tema fueron promovidos durante el gobierno del 32o virrey José Sarmiento y Valladares, Conde de Motēcuhzōma Xōcoyōtzin y de Tula, quien gobernó entre 1696 y 1701. Perteneciente a la colección de Vera da Costa Autrey, fue declarado Monumento Histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y desde 2019 forma parte de Fundación Carlos Slim.
Dentro de este corpus se encuentra el rico acervo de marcos, objetos que, aunque su propósito es llevar la mirada del espectador a la obra de arte, también fueron dignos de admiración por derecho propio debido a lo refinado de sus formas. De técnicas y materiales variados, esta colección da cuenta de los cambios de estilo, gusto y manufactura en cada periodo artístico.
El acervo de objetos litúrgicos integra: cálices, copones, portaviáticos, acetres, cruces, atriles e incensarios de plata repujada de factura novohispana. Lo complementan textiles e indumentaria religiosa: cubrecálices, hijuelas, estolas, casullas y capas pluviales finamente bordados con hilos de los más nobles metales. Del Virreinato de Nueva Granada o de Cuba se exhibe una custodia, magnífica pieza de orfebrería. Se suman las cajas de andas que se usaban para exhibir y transportar imágenes religiosas durante procesiones y fiestas patronales.
La colección también cuenta con diversos artículos devocionales para uso personal o doméstico como crucifijos, rosarios, escapularios, detentes, medallones, cilicios y relicarios. De la Capitanía General de Guatemala, célebre por sus tallas de madera estofada y policromada, se conservan esculturas votivas para capillas y altares domésticos. En línea con estos, se aprecia una serie de pesebres o escenas de la Natividad en materiales diversos como: marfil, coral, cera, madera, cerámica, plata y plata pella. Llama la atención el realizado por religiosas mexicanas a mediados del siglo XIX con piezas novohispanas, hispanofilipinas, austríacas, italianas y chinas, decorado con papel, vidrio y chaquira. También se encuentran ejemplos de pintura devocional o exvotos de carácter popular conocidos como «retablitos», en los que pinceles anónimos plasmaron, en láminas de cobre o zinc, su agradecimiento por el favor recibido. Entre ellos destacan los decimonónicos reunidos por el abogado zacatecano Fernando Juárez Frías durante más de cuatro décadas.
Mención aparte merece el acervo de 2 300 cucharas y otros implementos de cocina cuidadosamente reunidos por Ernesto Richheimer, que comprende 2 800 años de historia: desde utensilios etruscos, sahumerios mesoamericanos, una diminuta cucharilla ritual maya de jadeíta para recoger el rocío de las flores y ofrendarlo a los dioses, hasta piezas de diseño contemporáneo y dibujos de Rufino Tamayo y Miguel Covarrubias. Complementan la colección de enseres: mancerinas, cocos chocolateros, tibores, bateas y lebrillos. Entre ellos destacan los de cerámica estannífera, popularmente conocida como «talavera», en las que se distingue la decoración de encaje de bolillo de Gaspar de Encinas en la Puebla de los Ángeles. Se conservan copas, licoreras, jarras y vasos de la Real Fábrica de Cristales de la Granja de San Ildefonso en todas las etapas creativas, así como cristal mexicano y de pepita –técnica de vidrio soplado y grabado original de nuestro país–. Asimismo, se exhibe la vajilla para la entonces recién fundada Real Academia de las Nobles Artes de San Carlos de Nueva España, así como aquellas comisionadas por Porfirio Díaz para los festejos del centenario de la Independencia.
De la colección de arte popular se dan cita juguetes, títeres, muñecas y casitas del siglo XIX provenientes del fondo de Daniel Liebsohn, que se complementa con el cuidadoso acervo que formara Fernando Gamboa y rescatara Guillermo Tovar de Teresa. Asimismo, nichos, escritorios, arcones, cajas y baúles de Olinalá, Guerrero, y aquel destacadísimo ejemplo de Villalta, Oaxaca; costureros, alfileteros, bobinas, alcancías e incluso una calzonera que conjugan el ingenio y gusto novohispanos. Extensa es la selección de herrajes zacatecanos del siglo XVIII.
El acervo también cuenta con la maqueta del Palacio de Minería, obra emblemática de la arquitectura neoclásica de Manuel Tolsá y sendos dioramas de la ciudad de Celaya y de la Hacienda de San Pedro de Gogorrón en San Luis Potosí, realizados por Jacobo Ávila en médula de higuera, una técnica originaria de la isla Faial, en el archipiélago de las Azores.
La vasta compilación cuenta también con abanicos y joyería, en la que sobresalen el neceser diseñado por Nicolás Rozet y la Casa Nueve Musas, regalo de bodas para Fernando VII, el Deseado, y una pulsera que perteneció a la emperatriz Carlota de Bélgica.
Conjunción de ciencia, arte y diseño, se distinguen instrumentos de navegación y astronómicos como astrolabios, brújulas y sextantes. Se encuentran además los de precisión –lentes y relojes– y los de uso médico, como un muestrario farmacéutico alemán de homeopatía de mediados del siglo XIX.
La música también forma parte notable de la colección con un acervo de instrumentos, cajas, autómatas, organillos, gramófonos, fonógrafos y radios, entre los que destaca el bellísimo piano de Maple & Co. y Julius Blüthner, que perteneció a la princesa Naciye Sultana, nieta del último emperador otomano autónomo, Abdulhamid II.
En 2012 la donación de Laura Fernández MacGregor Maza de 477 tallas en marfil de la primera mitad del siglo XX, se sumó a las más de 400 esculturas hispanofilipinas e indoportuguesas que ya se conservaban, y que dan cuenta del intenso intercambio cultural y comercial entre Oriente y Occidente.
Estos artículos y ornamentos acompañaron a hombres y mujeres en su vida cotidiana; dan cuenta de sus alegrías y duelos. Gustos, devociones e intimidad. Son, sin duda, testigos de su historia y repositorios de la memoria.

Con destacadas creaciones surgidas de afamadas casas y hábiles costureras europeas, novohispanas y mexicanas, la colección de moda de Fundación Carlos Slim se integra por confecciones realizadas durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX, entre las que se encuentran vestidos, faldas, corsés, corpiños, trajes masculinos, ropa íntima, calzado, prendas infantiles y toda clase de accesorios: zapatos, sombreros, bastones, bolsos, ridículos, abanicos, fistoles…
Piezas que pertenecieron al cuidado acervo de Daniel Liebsohn, sumado en 2005 y 2007, así como las adquiridas una a una por Museo Soumaya y complementadas con generosas donaciones, constituyen un conjunto único por su diseño, variedad y excelente estado de conservación, sobre todo en materiales que por su naturaleza y uso, propio de la confección, suponen un reto mayor para ser preservados y exhibidos, en comparación con otros materiales menos volátiles.
En el caso de los vestidos, son muchos los ejemplares que brillan con luz propia en sus aplicaciones de hilos de oro, textiles de seda natural, drapeados y delicadas ornamentaciones; un ejemplo es el vestido de calle del Segundo Imperio (c 1867), elaborado en muaré de seda azul y bordado con hilos del mismo material; esta época, como muchas otras, brindó a la sociedad decimonónica escenarios en los que la suntuosidad y el lujo en el vestir se pusieron de manifiesto.
La tradición del atuendo de novia en colores muy claros, comúnmente usados durante todo el siglo XX y hasta la actualidad, surgió después de la moda impuesta por la reina Victoria del imperio británico en su enlace matrimonial con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, en 1840. El acervo de Fundación Carlos Slim cuenta con varios ejemplos de ellos, cuyos metros de raso y gasa de seda en color marfil lucieron elegantemente en uniones que los años han diluido. El vestido de la señora Guadalupe Hernández, cuyo desposamiento tuvo lugar en San Luis Potosí en la década de 1930, fue donado a Museo Soumaya en 2011 por su hija, la señora María Elena Pérez Hernández. Enriquecen este tema las generosas donaciones de la familia Sánchez Vergara (2011), que constan de una falda y unos zapatos pertenecientes también a un atavío nupcial, así como el traje de novio que la familia Vizcaya cedió al museo en 2008.
En oposición a estas celebraciones, los atuendos que dan cuenta de los extensos periodos de duelo, aunque guardaban las normas del decoro en los colores establecidos y cierta sobriedad en la ornamentación, no carecían del todo de ella; la colección mexicana resguarda confecciones dedicadas al luto, salidas de las afamadas casas Westend y Madame de Latour Robles, ambos de principios del siglo XX.
En el caso de los niños, destacan en el acervo un pequeño corpiño para infanta confeccionado en seda y paño, de fines del siglo XVIII, junto con un vestido para niña elaborado en seda y listón con encaje de bolillo de principios del siglo XIX.
Entre las prendas masculinas, integra la colección un traje de gala de tres piezas, conformado por saco, chaleco y pantalón de casimir, comercializado por Saks Fifth Avenue alrededor de la década de 1940.
La admiración que lograron las creaciones del inglés Charles Frederick Worth (1825-1895), considerado padre de la alta costura y el primero en abrir un salón de moda en París, marcaron el ritmo que aún hoy sigue la presentación de nuevas colecciones del haute couture. Museo Soumaya resguarda un vestido de baile estilo Directoire, proveniente de la casa del afamado modisto, confeccionado hacia 1910 en seda y aplicaciones de chaquira, con casi dos metros de ruedo y en color claro, de manga corta y escote.
El rebozo está también presente, junto con los mantones de Manila llenos de flores bordadas en seda, provenientes de la colección virreinal de Gonzalo Obregón, conjunto que dio inicio al acervo artístico de Fundación Carlos Slim en 1986. Los sombreros fueron parte de una donación realizada en 2013, mismos que exquisitamente complementaron la parte correspondiente a los accesorios de moda.
El traje de china poblana, con su falda de castor y sus bordados plenos de chaquiras de cristal y lentejuelas, dan a las imágenes del águila presente en el Escudo Nacional un sinnúmero de brillos y nos brindan más oportunidades de acercamiento a los estudios de género y vida común del siglo XIX.
El análisis y revisión de este acervo no podría llevarse a cabo sin considerar las colecciones de retratos, tanto de origen virreinal como decimonónico, que son muestra viva de lo que en su momento representaron muchos de estos atuendos que llegan hasta los locos años veinte. En palabras de Carlos Monsiváis, una colección que habla de pudor y liviandad…
Piezas que pertenecieron al cuidado acervo de Daniel Liebsohn, sumado en 2005 y 2007, así como las adquiridas una a una por Museo Soumaya y complementadas con generosas donaciones, constituyen un conjunto único por su diseño, variedad y excelente estado de conservación, sobre todo en materiales que por su naturaleza y uso, propio de la confección, suponen un reto mayor para ser preservados y exhibidos, en comparación con otros materiales menos volátiles.
En el caso de los vestidos, son muchos los ejemplares que brillan con luz propia en sus aplicaciones de hilos de oro, textiles de seda natural, drapeados y delicadas ornamentaciones; un ejemplo es el vestido de calle del Segundo Imperio (c 1867), elaborado en muaré de seda azul y bordado con hilos del mismo material; esta época, como muchas otras, brindó a la sociedad decimonónica escenarios en los que la suntuosidad y el lujo en el vestir se pusieron de manifiesto.
La tradición del atuendo de novia en colores muy claros, comúnmente usados durante todo el siglo XX y hasta la actualidad, surgió después de la moda impuesta por la reina Victoria del imperio británico en su enlace matrimonial con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, en 1840. El acervo de Fundación Carlos Slim cuenta con varios ejemplos de ellos, cuyos metros de raso y gasa de seda en color marfil lucieron elegantemente en uniones que los años han diluido. El vestido de la señora Guadalupe Hernández, cuyo desposamiento tuvo lugar en San Luis Potosí en la década de 1930, fue donado a Museo Soumaya en 2011 por su hija, la señora María Elena Pérez Hernández. Enriquecen este tema las generosas donaciones de la familia Sánchez Vergara (2011), que constan de una falda y unos zapatos pertenecientes también a un atavío nupcial, así como el traje de novio que la familia Vizcaya cedió al museo en 2008.
En oposición a estas celebraciones, los atuendos que dan cuenta de los extensos periodos de duelo, aunque guardaban las normas del decoro en los colores establecidos y cierta sobriedad en la ornamentación, no carecían del todo de ella; la colección mexicana resguarda confecciones dedicadas al luto, salidas de las afamadas casas Westend y Madame de Latour Robles, ambos de principios del siglo XX.
En el caso de los niños, destacan en el acervo un pequeño corpiño para infanta confeccionado en seda y paño, de fines del siglo XVIII, junto con un vestido para niña elaborado en seda y listón con encaje de bolillo de principios del siglo XIX.
Entre las prendas masculinas, integra la colección un traje de gala de tres piezas, conformado por saco, chaleco y pantalón de casimir, comercializado por Saks Fifth Avenue alrededor de la década de 1940.
La admiración que lograron las creaciones del inglés Charles Frederick Worth (1825-1895), considerado padre de la alta costura y el primero en abrir un salón de moda en París, marcaron el ritmo que aún hoy sigue la presentación de nuevas colecciones del haute couture. Museo Soumaya resguarda un vestido de baile estilo Directoire, proveniente de la casa del afamado modisto, confeccionado hacia 1910 en seda y aplicaciones de chaquira, con casi dos metros de ruedo y en color claro, de manga corta y escote.
El rebozo está también presente, junto con los mantones de Manila llenos de flores bordadas en seda, provenientes de la colección virreinal de Gonzalo Obregón, conjunto que dio inicio al acervo artístico de Fundación Carlos Slim en 1986. Los sombreros fueron parte de una donación realizada en 2013, mismos que exquisitamente complementaron la parte correspondiente a los accesorios de moda.
El traje de china poblana, con su falda de castor y sus bordados plenos de chaquiras de cristal y lentejuelas, dan a las imágenes del águila presente en el Escudo Nacional un sinnúmero de brillos y nos brindan más oportunidades de acercamiento a los estudios de género y vida común del siglo XIX.
El análisis y revisión de este acervo no podría llevarse a cabo sin considerar las colecciones de retratos, tanto de origen virreinal como decimonónico, que son muestra viva de lo que en su momento representaron muchos de estos atuendos que llegan hasta los locos años veinte. En palabras de Carlos Monsiváis, una colección que habla de pudor y liviandad…

Entendida como un documento visual histórico-artístico-antroplógico-social- óptico-científico, cuya conservación está ligada al conocimiento de su materialidad y al entendimiento de la complejidad de sus estructuras, la fotografía en Museo Soumaya abarca un marco temporal que va desde las primeras técnicas hasta las imágenes argénticas obtenidas por revelado y su evolución durante el muy visual siglo XX. La colección está integrada por una amplia variedad de materiales y dispositivos para capturar imágenes. Los procesos más representativos de la historia de la fotografía análoga conforman este nutrido acervo: daguerrotipos, papeles a la sal, ambrotipos, ferrotipos, heliografías, impresiones a la albúmina, colodiones, fotomecánicas, platinotipos, plata sobre gelatina, fotolitos, placas secas, películas de acetato de celulosa, transparencias, negativos y microfilmes. Estos conviven con cámaras de pequeño y mediano formato, cámaras de procesos, prensas, maquinaria, visores estereoscópicos y linternas mágicas.
La colección está formada por distintos fondos que se complementan con la adquisición una a una de imágenes y artefactos históricos-estéticos. Todos dialogan con los documentos visuales del Centro de Estudios de Historia de México. Fundación Carlos Slim.
En el archivo visual de la imprenta Galas de México destacan las imágenes publicitarias y maquinaria que dan cuenta de todo el procedimiento cromolitográfico. Del Estudio Galas a cargo de Elodia Portal Munive, de 1955 hasta 1979, el acervo atestigua el paso del calendario pintado al fotografiado.
Del fondo Numismático destacan retratos en papel albuminado como el de Manuela García-Teruel Manso, realizado por Valleto y Cía., que se empleó para el diseño de papel moneda. Por su parte, en la colección Daniel Liebsohn se aprecia obra de la Compañía Industrial Fotográfica (CIF), así como escenas de tauromaquia, retrato de estudio, histórico y funerario, en el que sobresale el género de la Muerte Niña.
El fondo Gutierre Tibón contempla retratos, paisajes europeos, imágenes de figurillas mesoamericanas y fotolitos de la edición Aventuras en las cinco partes del mundo. El de Guadalupe Rivera se integra por material que gira en torno a la Escuela Mexicana de Pintura y la vida de su padre: Diego Rivera.
En el acervo de Gibran Kahlil Gibran destacan obras en platinotipo y platino-paladio, de superficies mate y ambientes de ensueño, capturadas por fotógrafos pictorialistas como Edward Steichen, George W. Harting, Frederick H. Evans y Fred Holland Day, quien fuera amigo y mentor del pensador de origen libanés.
La cuidada fototeca de Guillermo Tovar de Teresa rebasa las 30 mil imágenes con los ejemplos de las primeras técnicas, como los papeles salados del artista francés François Aubert. Destacan los diferentes formatos de vistas urbanas, paisajes, monumentos y registros arqueológicos capturados por la lente de artistas como Désiré Charnay y Alfred Maudslay. Pueden apreciarse escenas de trabajos de instalación del ferrocarril de William H. Jackson, Alfred Briquet y Gove & North, así como retratos de personajes históricos, la aristocracia y los tipos populares mexicanos de François Merille, André Adolphe Eugène Disdéri, Cruces y Campa, Valleto y Cía., entre mucho otros. Sobresalen también las vistas estereoscópicas del Zócalo tomadas durante los festejos de la llegada de los emperadores Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica en 1864, junto con una serie de papeles albuminados de gran calidad producidos entre 1875 y 1880, que dan cuenta de la arquitectura y muestran el arreglo de los escaparates, adornos y anuncios de los comercios. De igual forma, son importantes las ediciones de Julio Michaud y las obras de Edward Weston, Tina Modotti, Guillermo Kahlo y Hugo Brehme. Mención especial merece el extensivo registro del Centro Histórico capitalino, punto de denuncia y conservación de La Ciudad de los Palacios: crónica de un patrimonio perdido.
El acervo se completa con los registros visuales del patrimonio cultural de Fundación Carlos Slim. De la placa al formato digital en la mirada de fotógrafos como Michel Zabé y Javier Hinojosa, entre otros. Asimismo, se hacen capturas de las exposiciones, actividades y eventos que desde 1994 constituyen parte de la memoria museológica.
La colección está formada por distintos fondos que se complementan con la adquisición una a una de imágenes y artefactos históricos-estéticos. Todos dialogan con los documentos visuales del Centro de Estudios de Historia de México. Fundación Carlos Slim.
En el archivo visual de la imprenta Galas de México destacan las imágenes publicitarias y maquinaria que dan cuenta de todo el procedimiento cromolitográfico. Del Estudio Galas a cargo de Elodia Portal Munive, de 1955 hasta 1979, el acervo atestigua el paso del calendario pintado al fotografiado.
Del fondo Numismático destacan retratos en papel albuminado como el de Manuela García-Teruel Manso, realizado por Valleto y Cía., que se empleó para el diseño de papel moneda. Por su parte, en la colección Daniel Liebsohn se aprecia obra de la Compañía Industrial Fotográfica (CIF), así como escenas de tauromaquia, retrato de estudio, histórico y funerario, en el que sobresale el género de la Muerte Niña.
El fondo Gutierre Tibón contempla retratos, paisajes europeos, imágenes de figurillas mesoamericanas y fotolitos de la edición Aventuras en las cinco partes del mundo. El de Guadalupe Rivera se integra por material que gira en torno a la Escuela Mexicana de Pintura y la vida de su padre: Diego Rivera.
En el acervo de Gibran Kahlil Gibran destacan obras en platinotipo y platino-paladio, de superficies mate y ambientes de ensueño, capturadas por fotógrafos pictorialistas como Edward Steichen, George W. Harting, Frederick H. Evans y Fred Holland Day, quien fuera amigo y mentor del pensador de origen libanés.
La cuidada fototeca de Guillermo Tovar de Teresa rebasa las 30 mil imágenes con los ejemplos de las primeras técnicas, como los papeles salados del artista francés François Aubert. Destacan los diferentes formatos de vistas urbanas, paisajes, monumentos y registros arqueológicos capturados por la lente de artistas como Désiré Charnay y Alfred Maudslay. Pueden apreciarse escenas de trabajos de instalación del ferrocarril de William H. Jackson, Alfred Briquet y Gove & North, así como retratos de personajes históricos, la aristocracia y los tipos populares mexicanos de François Merille, André Adolphe Eugène Disdéri, Cruces y Campa, Valleto y Cía., entre mucho otros. Sobresalen también las vistas estereoscópicas del Zócalo tomadas durante los festejos de la llegada de los emperadores Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica en 1864, junto con una serie de papeles albuminados de gran calidad producidos entre 1875 y 1880, que dan cuenta de la arquitectura y muestran el arreglo de los escaparates, adornos y anuncios de los comercios. De igual forma, son importantes las ediciones de Julio Michaud y las obras de Edward Weston, Tina Modotti, Guillermo Kahlo y Hugo Brehme. Mención especial merece el extensivo registro del Centro Histórico capitalino, punto de denuncia y conservación de La Ciudad de los Palacios: crónica de un patrimonio perdido.
El acervo se completa con los registros visuales del patrimonio cultural de Fundación Carlos Slim. De la placa al formato digital en la mirada de fotógrafos como Michel Zabé y Javier Hinojosa, entre otros. Asimismo, se hacen capturas de las exposiciones, actividades y eventos que desde 1994 constituyen parte de la memoria museológica.

Los acervos de Fundación Carlos Slim nacieron en 1976 con la adquisición del 60 % de la Fábrica Galas de México por Grupo Carso. Así comenzó una era en la que se invirtió en equipos de conversión e impresión de rotograbado y acabado. En uno de los almacenes quedaron olvidados desde los años setenta –en que la fotografía sustituyó el uso de pinturas– materiales, maquinaria, óleos y placas fotográficas que daban cuenta de todos los procesos para la elaboración del arte del calendario, y que hoy se estudian como arqueología industrial. Aquellos óleos y cromos marcaron la etapa moderna en la publicidad y la versificación de una propuesta estética quizá incluso más cercana y con mayor penetración que la Escuela Mexicana de Pintura, que también ha sido resignificada por los movimientos de migrantes latinoamericanos, sobre todo chicanos, en los Estados Unidos; fomentaron así la construcción de identidad nacional.
El fondo, que pertenecía a la imprenta del empresario santanderino Santiago Galas Arce –originalmente ubicada en la calle 16 de septiembre en el centro de Ciudad de México–, retomó la herencia de la cigarrera mexicana El Buen Tono, desde su emblemático edificio de ladrillos emplazado en el número 121 de la calzada San Antonio Abad. Cada objeto da testimonio del proceso cromolitográfico que utilizó la técnica del fotograbado, que constaba primero de placas de vidrio en positivo y negativo, y después de acetato, con el modelo de color CMYK (cian, magenta, amarillo y negro por sus siglas en inglés) que permitían la transferencia o impresión de imágenes en offset.
La nutrida colección abarca de 1930 a 1970 y se integra también por impresos, etiquetas, dibujos, gouaches y óleos; testimonios de negocios, algunos extintos y otros que siguen en el imaginario latinoamericano como Cigarrera La Moderna, las refresqueras Coca-Cola, Pepsico y Bimbo; General Popo, Goodrich-Euzkadi, las cerveceras entonces mexicanas Cuauhtémoc-Moctezuma y Modelo, así como la antigua destilería José Cuervo, entre muchos más. Convertidos en calendarios, plasmaron la diversidad cultural de nuestro país y reinterpretaron el estilo que permeó la publicidad en el mundo y que emulaba el glamour de Hollywood con las pin-up girls o chicas de calendario.
Artistas como Jesús de la Helguera, Jorge González Camarena, Eduardo Cataño, Luis Améndolla, Armando Drechsler, Aurora Gil, Antonio Gómez R., Humberto Limón, Angelina de Barthez, Josep Renau, Jaime Sadurní y otros más incursionaron en la publicidad y crearon obras –tanto de línea como exclusivas– para la difusión de productos que también se convertirían en un acompañamiento de la vida cotidiana al ser plasmados en diversos objetos como charolas, portavasos y abanicos. De las mujeres que colaboraron con la empresa, el acervo cuenta con imágenes publicitarias de modelos infantiles capturadas por Elodia Portal Munive, quien fue la primera mujer en estudiar fotografía en el Instituto Cinematográfico, y quien coordinó el Estudio Galas de 1955 hasta 1979.
Imágenes religiosas, personajes históricos o leyendas de la Época de Oro del cine nacional convivieron con estampas humorísticas y deportivas, así como con retratos de mujeres y hombres ataviados con los trajes regionales creados por el periodista, pintor, historietista y diseñador de modas Ramón Valdiosera (1918-2017).
Los calendarios eran obsequiados a la fiel clientela de las grandes cerveceras, refresqueras o compañías automotrices y llanteras, pero también por los negocios de las entonces recién consolidadas clases medias durante el llamado «Milagro Mexicano»: talleres de todo tipo, mercados, vinaterías, cremerías, tiendas misceláneas, recauderías o farmacias. Colgados en la intimidad del hogar, daban cuenta de las tradiciones, alimentos, vestimenta, leyendas y lugares icónicos del país.
Mención aparte merece el archivo Miguel Espinosa. A principios del siglo XX, Zacatecas presumía de una amplia oferta litográfica. Diversos negocios imprimían trabajos académicos y políticos. Las tarjetas postales de fines del siglo XIX son precursoras de la publicidad, el diseño y la gráfica moderna. Sobresalen las primeras tiras cómicas o las diminutas tarjetas eróticas para anunciar cigarros, junto con el primer logotipo para la Cervecería Cuauhtémoc, o la china poblana y el charro que promocionaban la sal de uvas Picot.
El fondo, que pertenecía a la imprenta del empresario santanderino Santiago Galas Arce –originalmente ubicada en la calle 16 de septiembre en el centro de Ciudad de México–, retomó la herencia de la cigarrera mexicana El Buen Tono, desde su emblemático edificio de ladrillos emplazado en el número 121 de la calzada San Antonio Abad. Cada objeto da testimonio del proceso cromolitográfico que utilizó la técnica del fotograbado, que constaba primero de placas de vidrio en positivo y negativo, y después de acetato, con el modelo de color CMYK (cian, magenta, amarillo y negro por sus siglas en inglés) que permitían la transferencia o impresión de imágenes en offset.
La nutrida colección abarca de 1930 a 1970 y se integra también por impresos, etiquetas, dibujos, gouaches y óleos; testimonios de negocios, algunos extintos y otros que siguen en el imaginario latinoamericano como Cigarrera La Moderna, las refresqueras Coca-Cola, Pepsico y Bimbo; General Popo, Goodrich-Euzkadi, las cerveceras entonces mexicanas Cuauhtémoc-Moctezuma y Modelo, así como la antigua destilería José Cuervo, entre muchos más. Convertidos en calendarios, plasmaron la diversidad cultural de nuestro país y reinterpretaron el estilo que permeó la publicidad en el mundo y que emulaba el glamour de Hollywood con las pin-up girls o chicas de calendario.
Artistas como Jesús de la Helguera, Jorge González Camarena, Eduardo Cataño, Luis Améndolla, Armando Drechsler, Aurora Gil, Antonio Gómez R., Humberto Limón, Angelina de Barthez, Josep Renau, Jaime Sadurní y otros más incursionaron en la publicidad y crearon obras –tanto de línea como exclusivas– para la difusión de productos que también se convertirían en un acompañamiento de la vida cotidiana al ser plasmados en diversos objetos como charolas, portavasos y abanicos. De las mujeres que colaboraron con la empresa, el acervo cuenta con imágenes publicitarias de modelos infantiles capturadas por Elodia Portal Munive, quien fue la primera mujer en estudiar fotografía en el Instituto Cinematográfico, y quien coordinó el Estudio Galas de 1955 hasta 1979.
Imágenes religiosas, personajes históricos o leyendas de la Época de Oro del cine nacional convivieron con estampas humorísticas y deportivas, así como con retratos de mujeres y hombres ataviados con los trajes regionales creados por el periodista, pintor, historietista y diseñador de modas Ramón Valdiosera (1918-2017).
Los calendarios eran obsequiados a la fiel clientela de las grandes cerveceras, refresqueras o compañías automotrices y llanteras, pero también por los negocios de las entonces recién consolidadas clases medias durante el llamado «Milagro Mexicano»: talleres de todo tipo, mercados, vinaterías, cremerías, tiendas misceláneas, recauderías o farmacias. Colgados en la intimidad del hogar, daban cuenta de las tradiciones, alimentos, vestimenta, leyendas y lugares icónicos del país.
Mención aparte merece el archivo Miguel Espinosa. A principios del siglo XX, Zacatecas presumía de una amplia oferta litográfica. Diversos negocios imprimían trabajos académicos y políticos. Las tarjetas postales de fines del siglo XIX son precursoras de la publicidad, el diseño y la gráfica moderna. Sobresalen las primeras tiras cómicas o las diminutas tarjetas eróticas para anunciar cigarros, junto con el primer logotipo para la Cervecería Cuauhtémoc, o la china poblana y el charro que promocionaban la sal de uvas Picot.

Desde los bosquejos y los trabajos preparatorios hasta las obras terminadas, la amplia colección de dibujos sobre papel de Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim abarca del siglo XVI hasta el XX en temas religiosos, mitológicos, históricos, paisajísticos; la exploración de la figura humana o el gesto plástico.
La riqueza de las técnicas empleadas como grafito, gouache, acuarela, pluma, punta de plata y sanguina, entre otras, da cuenta de todos los aspectos de la pintura final: el claroscuro, la posición de los personajes y la organización del fondo, así como la presencia de la retícula que evidencia las proporciones con miras a la realización de pinturas en escalas mayores.
Adquiridos uno a uno desde 1994 a la fecha, ya sea como paso previo a una obra final o con la autonomía de la disciplina, de la época renacentista la colección exhibe obra de Giulio Pippi, il Romano; Aurelio Luini; Antonio Allegri, il Correggio y Giovanni Antonio Bazzi, il Sodoma, de quien sobresale el carboncillo de 142.9 x 191 cm para la composición La Madonna dei Calzolari.
De los siglos XVII y XVIII, en los que hubo una predilección por la búsqueda natural y la detallada representación arquitectónica, destaca la mano del neerlandés Jan Josefsz van Goyen, los franceses François Boucher, Hubert Robert y Jean-Honoré Fragonard, y los italianos Giandomenico Tiepolo, Francesco Guardi y Giovanni Battista Piranesi. La línea rigurosa de Jacques- Louis David deja un testigo de los estudios para el grupo escultórico La coronación de Napoleón.
De la era moderna, cuando el dibujo llegó a considerarse una obra por derecho propio, el trazo enérgico de Jean-Baptiste Carpeaux –en el registro de sus segundas nupcias que tuvieron lugar en la iglesia de la Magdalena–; el irónico de Honoré Daumier, los sensuales y modernos de Auguste Rodin y Edgar Degas… De las Vanguardias: Henri Matisse, Amedeo Modigliani, Pablo Picasso, Françoise Gilot, Edvuard Munch y Balthus, entre otros.
Debido a su naturaleza frágil y susceptible a la decoloración, los trabajos en papel se suelen exponer por periodos limitados, bajo condiciones de iluminación y temperatura controladas. Al desvelar el trazo, cada uno descubre el carácter y la parte más íntima del proceso creativo de un artista.
La riqueza de las técnicas empleadas como grafito, gouache, acuarela, pluma, punta de plata y sanguina, entre otras, da cuenta de todos los aspectos de la pintura final: el claroscuro, la posición de los personajes y la organización del fondo, así como la presencia de la retícula que evidencia las proporciones con miras a la realización de pinturas en escalas mayores.
Adquiridos uno a uno desde 1994 a la fecha, ya sea como paso previo a una obra final o con la autonomía de la disciplina, de la época renacentista la colección exhibe obra de Giulio Pippi, il Romano; Aurelio Luini; Antonio Allegri, il Correggio y Giovanni Antonio Bazzi, il Sodoma, de quien sobresale el carboncillo de 142.9 x 191 cm para la composición La Madonna dei Calzolari.
De los siglos XVII y XVIII, en los que hubo una predilección por la búsqueda natural y la detallada representación arquitectónica, destaca la mano del neerlandés Jan Josefsz van Goyen, los franceses François Boucher, Hubert Robert y Jean-Honoré Fragonard, y los italianos Giandomenico Tiepolo, Francesco Guardi y Giovanni Battista Piranesi. La línea rigurosa de Jacques- Louis David deja un testigo de los estudios para el grupo escultórico La coronación de Napoleón.
De la era moderna, cuando el dibujo llegó a considerarse una obra por derecho propio, el trazo enérgico de Jean-Baptiste Carpeaux –en el registro de sus segundas nupcias que tuvieron lugar en la iglesia de la Magdalena–; el irónico de Honoré Daumier, los sensuales y modernos de Auguste Rodin y Edgar Degas… De las Vanguardias: Henri Matisse, Amedeo Modigliani, Pablo Picasso, Françoise Gilot, Edvuard Munch y Balthus, entre otros.
Debido a su naturaleza frágil y susceptible a la decoloración, los trabajos en papel se suelen exponer por periodos limitados, bajo condiciones de iluminación y temperatura controladas. Al desvelar el trazo, cada uno descubre el carácter y la parte más íntima del proceso creativo de un artista.

Fundación Carlos Slim conserva diversos fondos documentales que permiten estudiar, dar contexto y soporte académico al patrimonio cultural tangible mueble, que se comparte gratuitamente con las más amplias comunidades. Estos sin duda enriquecen la discusión sobre el devenir artístico y favorecen discursos críticos de tesistas e investigadores de cualquier latitud.
En 2009 se sumó el archivo más importante en el mundo del pensador de origen libanés Gibran Kahlil Gibran, que integra manuscritos, mecanuscritos y galeras de sus principales obras literarias como El profeta; Jesús, el hijo del hombre y El loco. Estas, en conjunto con sus textos inéditos y correspondencia personal, tienden puentes entre la literatura sapiencial de Oriente y Occidente.
La donación de la crítica de arte Raquel Tibol se concretó en 2014; ella afirmó: solo confío en Fundación Carlos Slim para la preservación tanto de mi archivo personal como de dos bibliotecas que deberán llevar por título Fondo Boris Rosen y Fondo Raquel Tibol. No hay otra institución en México o América Latina donde tenga la confianza de que mis cosas serán bien conservadas, investigadas y difundidas, y que sean punto de partida para estudios de jóvenes.
Con más de un millón de fojas, 8 000 libros, 16 000 catálogos de arte y un acervo hemerográfico, los documentos de la maestra Tibol permiten el estudio permanente de la Escuela Mexicana de Pintura, la llamada Generación de la Ruptura, investigaciones de mujeres artistas y la escena estética latinoamericana del siglo XX.
En 2017 se adquirió el fondo del filólogo y escritor italomexicano Gutierre Tibón, el último de los tibónidas, quien perteneció a una dinastía de rancio abolengo de afamados médicos, alquimistas y lingüistas como Yejuda Ibn Tibón, considerado el padre de los traductores… Más de 28 mil documentos, cartas, borradores, discursos e investigaciones ordenadas y catalogadas; recortes anotados de 40 años de la entrañable columna «Gog y Magog» publicada en el diario Excélsior, notas de las regalías de la máquina de escribir de su invención, la Hermes Baby (1932) y documentos de apertura en 1949 de Olivetti en nuestro país. Sus estudios sobre el nombre de México y la realidad nacional histórica-filosófica y antropológica-social resultan fundamentales. Referencial es la Enciclopedia de México, de la que fue autor intelectual y cuyos tres primeros tomos vieron la luz bajo el cuidado de sus conocimientos.
En 2018 concluyó el proceso de inventario e incorporación de las colecciones del historiador y cronista emérito de Ciudad de México, Guillermo Tovar de Teresa. Su archivo personal comprende los intereses más variados: arte virreinal con documentos inéditos, transcripciones, ordenanzas y biografías de autores de los siglos XVI al XVIII; la vida del México decimonónico conservador con diarios y recetarios familiares; el Segundo Imperio Mexicano; el Porfirismo; la Ciudad de México, el Centro Histórico capitalino… La biblioteca cuenta con más de 22 000 volúmenes que incluyen un nutrido fondo genealógico; el virreinal reúne incunables americanos y las primeras ediciones de las obras de sor Juana Inés de Cruz y Carlos Sigüenza y Góngora. El siglo XIX mexicano se representa por calendarios, literatura femenina, crónicas de viaje y las expediciones que configuraron el entorno nacional. Del siglo XX la colección de revistas literarias, primeras ediciones latinoamericanas autografiadas, así como el mecanuscrito de Cien años de soledad con las notas y correcciones del cronista y editor Emmanuel Carballo.
La biblioteca de Museo Soumaya también cuenta con los fondos de Álvaro Auguste y Guadalupe Rivera, con 41 649 volúmenes de arte.
Mil documentales y más de mil horas de grabación integran el acervo donado a Fundación Carlos Slim por el cineasta y documentalista Demetrio Bilbatúa, que constituyen la memoria audiovisual del México del siglo XX. La digitalización en 4K del material en 35 mm fue emprendida por el propio creador; la resolución en más de 4 000 pixeles con corrección de color y rescate del sonido directo permite traer al siglo XXI aquellos testimonios fundacionales de la modernidad.
Completan los fondos históricos y artísticos, libros y documentos virreinales así como los del siglo XIX y XX, adquiridos uno a uno en subastas tanto nacionales como internacionales.
Se resguarda además la memoria museológica de Museo Soumaya desde 1994, sus publicaciones y la revista mensual editada de manera ininterrumpida a partir de 1997.
La conservación y estudio permanente hicieron que en marzo de 2017 se iniciara un proyecto de digitalización que permite ofrecer imágenes en alta resolución para la consulta pública, con el objetivo de contribuir en discursos histórico-estéticos y de nutrir la plataforma de conocimiento libre Wikipedia, siempre en diálogo hermano con los fondos del Centro de Estudios de Historia de México.Fundación Carlos Slim.
En 2020 se sumó la biblioteca Porfirio Díaz, cuidadosamente integrada por Ricardo Orozco en el Centro de Estudios Históricos del Porfiriato y que da cuenta de la modernidad de México. En 2021 se sumó al acervo el Fondo AMX Contenido, que resguarda la memoria generada a lo largo de los más de 40 años en que esta revista fue editada.
En 2009 se sumó el archivo más importante en el mundo del pensador de origen libanés Gibran Kahlil Gibran, que integra manuscritos, mecanuscritos y galeras de sus principales obras literarias como El profeta; Jesús, el hijo del hombre y El loco. Estas, en conjunto con sus textos inéditos y correspondencia personal, tienden puentes entre la literatura sapiencial de Oriente y Occidente.
La donación de la crítica de arte Raquel Tibol se concretó en 2014; ella afirmó: solo confío en Fundación Carlos Slim para la preservación tanto de mi archivo personal como de dos bibliotecas que deberán llevar por título Fondo Boris Rosen y Fondo Raquel Tibol. No hay otra institución en México o América Latina donde tenga la confianza de que mis cosas serán bien conservadas, investigadas y difundidas, y que sean punto de partida para estudios de jóvenes.
Con más de un millón de fojas, 8 000 libros, 16 000 catálogos de arte y un acervo hemerográfico, los documentos de la maestra Tibol permiten el estudio permanente de la Escuela Mexicana de Pintura, la llamada Generación de la Ruptura, investigaciones de mujeres artistas y la escena estética latinoamericana del siglo XX.
En 2017 se adquirió el fondo del filólogo y escritor italomexicano Gutierre Tibón, el último de los tibónidas, quien perteneció a una dinastía de rancio abolengo de afamados médicos, alquimistas y lingüistas como Yejuda Ibn Tibón, considerado el padre de los traductores… Más de 28 mil documentos, cartas, borradores, discursos e investigaciones ordenadas y catalogadas; recortes anotados de 40 años de la entrañable columna «Gog y Magog» publicada en el diario Excélsior, notas de las regalías de la máquina de escribir de su invención, la Hermes Baby (1932) y documentos de apertura en 1949 de Olivetti en nuestro país. Sus estudios sobre el nombre de México y la realidad nacional histórica-filosófica y antropológica-social resultan fundamentales. Referencial es la Enciclopedia de México, de la que fue autor intelectual y cuyos tres primeros tomos vieron la luz bajo el cuidado de sus conocimientos.
En 2018 concluyó el proceso de inventario e incorporación de las colecciones del historiador y cronista emérito de Ciudad de México, Guillermo Tovar de Teresa. Su archivo personal comprende los intereses más variados: arte virreinal con documentos inéditos, transcripciones, ordenanzas y biografías de autores de los siglos XVI al XVIII; la vida del México decimonónico conservador con diarios y recetarios familiares; el Segundo Imperio Mexicano; el Porfirismo; la Ciudad de México, el Centro Histórico capitalino… La biblioteca cuenta con más de 22 000 volúmenes que incluyen un nutrido fondo genealógico; el virreinal reúne incunables americanos y las primeras ediciones de las obras de sor Juana Inés de Cruz y Carlos Sigüenza y Góngora. El siglo XIX mexicano se representa por calendarios, literatura femenina, crónicas de viaje y las expediciones que configuraron el entorno nacional. Del siglo XX la colección de revistas literarias, primeras ediciones latinoamericanas autografiadas, así como el mecanuscrito de Cien años de soledad con las notas y correcciones del cronista y editor Emmanuel Carballo.
La biblioteca de Museo Soumaya también cuenta con los fondos de Álvaro Auguste y Guadalupe Rivera, con 41 649 volúmenes de arte.
Mil documentales y más de mil horas de grabación integran el acervo donado a Fundación Carlos Slim por el cineasta y documentalista Demetrio Bilbatúa, que constituyen la memoria audiovisual del México del siglo XX. La digitalización en 4K del material en 35 mm fue emprendida por el propio creador; la resolución en más de 4 000 pixeles con corrección de color y rescate del sonido directo permite traer al siglo XXI aquellos testimonios fundacionales de la modernidad.
Completan los fondos históricos y artísticos, libros y documentos virreinales así como los del siglo XIX y XX, adquiridos uno a uno en subastas tanto nacionales como internacionales.
Se resguarda además la memoria museológica de Museo Soumaya desde 1994, sus publicaciones y la revista mensual editada de manera ininterrumpida a partir de 1997.
La conservación y estudio permanente hicieron que en marzo de 2017 se iniciara un proyecto de digitalización que permite ofrecer imágenes en alta resolución para la consulta pública, con el objetivo de contribuir en discursos histórico-estéticos y de nutrir la plataforma de conocimiento libre Wikipedia, siempre en diálogo hermano con los fondos del Centro de Estudios de Historia de México.Fundación Carlos Slim.
En 2020 se sumó la biblioteca Porfirio Díaz, cuidadosamente integrada por Ricardo Orozco en el Centro de Estudios Históricos del Porfiriato y que da cuenta de la modernidad de México. En 2021 se sumó al acervo el Fondo AMX Contenido, que resguarda la memoria generada a lo largo de los más de 40 años en que esta revista fue editada.